The American


The American

Está bien, Clooney tiene novia italiana. Solo eso es lo que justifica esta película que el hijo de Rosemary produjo para estar cerca de ella. Empaparse un poco del italiano que apenas habla pero que ya reconoce.

Como cualquier gringo en tierra ajena se apichona y casi no habla. No es pura introspección, hay en esos gestos de meterse hacia adentro la imposibilidad de relacionarse con el entorno.

No juntó actores ni actrices a la altura de las producciones americanas que acostumbra a liderar, y acá tiene un conglomerado de italianos que se la rebuscan con el inglés, algún que otro ruso y desmembrados detrás de la cortina.

No hay una trama, pero a veces uno se lo banca, que la historia sea mínima, que solo se reflejen momentos de la vida del protagonista, pero se lo banca cuando es interesante, no es este el caso. Acá no pasa nada, pero nada de nada.

Ni siquiera podemos enamorarnos del personaje del sacerdote, que todo lo sabe o lo intuye, por lo flojo de la actuación de quién lo encarna.

Hay algunos intentos de buenos momentos en algunos pasajes musicales, con un dejo de nostalgia de películas de los 70, de esas de espionaje que cruzaban varias fronteras europeas, como si Clooney fuera de repente Roger Moore. Pero nada más.

También se refleja esto en uno de los personajes femeninos, que se viste llamativamente a la antigua, y se peina como la 99.

Italia es bella, como paisaje, y hay unas tomas aéreas que le hacen un buen favor al ministerio de turismo.

El único buen tino de toda la película es el de fotografiar con abundancia de detalles a la tana de la que se enamora el asesino en su ocaso.

Cansado de no poder entablar nunca una relación, de estar vacío por miedo a tener que deshacerse de su ocasional pareja (como sucede ni bien arranca la película) se termina acostando con prostitutas, pero con la originalidad de volver siempre a la misma, en búsqueda de una forma de relación, aunque más no sea, de revolcadas.

Esa tana es una tana de las tanas que uno quiere ver en el cine. Buenos ojos, divertida, melancólica, buenas tetas, curvas, un poco de cadera casi al límite y esa manera de hablar en inglés que tanto nos gusta. Como la Loren o la Cuccinota.

No hay nada más en la película. Si la idea era mostrarnos a un asesino despiadado, hábil, solitario, a punto de hacer su último trabajo, se quedaron en los guiones, pero nunca pasaron eso a la pantalla.

El final, pésimo, bizarro casi, como escena de esa hermosa película en la que Sandro hace de agente secreto, peleando contra la organización Medusa, dirigida por Luis Tasca. Operación Rosa Rosa.

Me quedo con esa.

Todo en esta es malo.

George, volvé a la senda de Up in the air. Como homenaje a tu novia italiana, te lo tomo, pero…fijáte.

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