The Post

The Post

Vestigios nostálgicos de un tiempo que está todavía fresco en nuestra memoria, el de los diarios papel y su proceso de producción y su épica. Un mundo de periodistas pero al alcance de la mano. Spielberg es, junto con Clint Eastwood, el más clásico de los clásicos.



8 Butacas




Si nos paramos en el argumento a la hora de elegir The Post, en medio de historias de superheroes y grandes producciones, nos parecerá una película menor. 

Si a esto le sumamos que, por diversas razones conocemos la historia, porque está a tiro de click en google y porque no hay una intención deliberada del director más allá de contarnos lo sucedido (desde la perspectiva de los protagonistas y sus emociones, claro) entonces los argumentos para verla hay que buscarlos por otro lado.

Spielberg cuenta con su solvencia de clásico, la historia de una decisión, la de publicar o no una historia fuerte, un balance de poder, una mentira que durante varias presidencias, desde Truman hasta Nixon (pasando por el impoluto JFK) se ha construido en las altas esferas de la inteligencia de los Estados Unidos para sostener el apoyo a la guerra en Vietnam.

Esa manía de repasar la historia con ojo crítico que tienen. De contarse las cosas en la cara.

Esa es la anécdota, y el subtexto es no menos interesante, se trata nada menos que de una historia de periodistas, los periodistas del Washington Post en comienzos de los 70, comandados por el mítico Ben Bradley (importante luego de esta anécdota porque bajo su batuta y dirección se cocinaron luego en el mismo diario las historias del caso Watergate que sacó a Nixon de la presidencia) es la historia de este editor que, después de perder la exclusiva a manos del New York Times (por lejos un diario en ese momento mucho más importante y prestigioso) se planta y consigue los mismos documentos secretos que consiguió su competidor y publica la historia a pesar de la prohibición judicial que ya pesaba sobre el Times.

Entonces se convierte también en la historia de una decisión empresaria.

La de Katherine Graham, la editora, que hereda el diario de manos de su esposo que lo había manejado con gran despliegue y fallece en un accidente. Es una mujer (Meryl Streep) entre tiburones, entres consejeros que eran los consejeros del marido y que no quieren que nada cambie. Una mujer en un mundo de hombres.

Y esa mujer, que se ve en la encrucijada de no publicar y con eso dejar tranquilos a los abogados y a los bancos que estaban a punto de comprar acciones de su diario para hacerlo crecer, y us editor en jefe, el Ben Bradley que encarna Tom Hanks, y su periodismo puro.

Es una historia también que nos hace recordar todo eso que nos hacía felices hace unos años, las imprentas, los papeles en un mundo analógico, las llamadas telefónicas desde teléfonos fijos, las reuniones cara a cara, los tiempos para recibir las primicias.

Ese mundo de teléfonos a disco y cigarrillos en las redacciones, de teléfonos sonando y de fotografías en papel, es un mundo clásico que, con el aditamento de una historia fuerte, la épica de la libertad de prensa y unas actuaciones perfectas, entabla Spielberg en un combo imprescindible para conocer un pasado que está ahí, fuerte y complejo.

Un clásico.

Comentarios

Entradas populares