The accountant 2
Yo todavía me acuerdo de lo que disfruté Arma mortal, y sus secuelas. Ese género hacía que se vinculen dos interpretes fuertes, dos actores con diferentes características, y si tenían química entre ellos, toda la historia fluía fenómeno.
5 Butacas
En esta película ya los conocemos, sabemos que Ben Affleck es un cerebrito y que su hermano, interpretado por Jon Bernthal, será la fuerza y la destreza.
Ellos tienen química y realmente arman una buena dupla protagónica, el problema es la historia.
Una vez más poco creíble, superficial en los abordajes y llena de lugares comunes, esas cosas de patriotismo y deber ser tan exasperantes.
Raymond King (J. K. Simmons) ya se jubiló como director de la agencia que investiga fraudes financieros (si, pasaron 10 años desde la entrega 1) y ahora trabaja como investigador privado.
Se reúne en un bar con una misteriosa mujer, sicaria feroz, y cuando van a empezar una conversación, él quiere que ella lo ayude a encontrar a una familia de esposo, esposa y niño mexicanos perdidos en las oscuras garras de la importación y trata de personas, pero esa conversación no puede concretarse, hay asesinos, muchos, afuera y adentro del bar y cuando empiezan a los tiros, el personaje de Simmons muere y hay que reconstruirlo todo.
Esa trama central y todas sus derivadas, que solo puede ver la mente brillante del contador, que ve lo que nadie puede, es quizá una trampa, porque la película no encuentra nunca su punto justo de trama, como para que nosotros los espectadores podamos seguirla y disfrutarla.
Hay buenas escenas de tiros y persecuciones (muchos tiros, demasiados tiros) pero no sabemos bien adónde nos llevan.
Un team de chicos con TEA que trabajan para Affleck desde un misterioso centro de desarrollo neurocientífico que puede hacer de todo con sus computadoras, muy desaprovechados, y una agencia del gobierno que decide dar un paso al costado para que los hermanos puedan desarrollar su investigación con métodos al margen de lo legal.
Todo poco creíble.
El caso que buscan es tremendo, pero nunca la película transmite ese dolor ni sus consecuencias.
El director parece conformarse con la buena química de los protagonistas, que la tienen, y quizá la mejor escena sea una en la que toman ambos una cerveza en el techo de la casa rodante en la que vive el personaje de Affleck, mientras repasan sus vidas de chicos y cómo llegaron hasta acá.
Es apenas entretenida.
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