Black rabbit

Después de Ozark y su éxito, Jason Bateman destrabó una pantalla interesante para su carrera (recordemos que empezó de niño en La familia Ingalls), la de contar historias más o menos siniestras, con violencia fuerte y clima opresivo.


5 Butacas



Oscuridad y clima espeso entonces para contar esta serie de 8 capítulos largos, que arranca fuerte, hay un restaurante, parece muy exitoso y exclusivo a la vez, se llama Black Rabbit y tiene de dueño al personaje que encarna Jude Law (no le sale tan bien el acento de NY), hay brindis, hay ropas caras, hay personajes de ese jet set hermoso que tiene Nueva York, y esa noche además hay un desfile de joyas y relojes exclusivos, que se exhiben por si alguno quiere comprar.

Pero no todo es felicidad y tragos, entran dos con pasamontañas y al rato nomás hay varios heridos de bala y algún muerto en la estampida.

Ese arranque fuerte necesita muchas explicaciones, que se irán contando para atrás para que nos asomemos a la historia de dos hermanos, Law y el personaje de Jason Bateman, que han tenido una vida muy cercana, producto de una infancia en la que fue necesario cubrirse, apoyarse y estar muy unidos, pero que, la conducta siempre al límite de Bateman los alejó.

Lo vemos volver a NY después de estar un tiempo en la costa oeste, escapando de algo gordo, y volver a esa ciudad de la que también escapó hace años después de haber creado junto a su hermano ese restaurante tan de moda con ganas de expandirse.

Lo que vamos a ver entonces es una historia de hermanos, unidos pero no inseparables, uno que intenta hacer todo bien, tener un trabajo, estar cerca de su hijo, pagar sus cuentas, y el otro que es un terremoto de errores y marginalidad, que no puede consigo y que, cuando finalmente parecía que iba a encaminarse con el restaurante, sus excesos de adicciones y el juego lo arruinan todo otra vez.

La serie plantea varios planos, las desventuras de ese hermano, nos cuenta de dónde viene esa manera de vivir despelotada y al límite, la relación con el hermano menor, las cuentas pendientes que tiene por todos lados, la viveza del marginal que siempre encuentra un rebusque, y a la vez los tipos peligrosos con los que se tiene que juntar o quiere evitar.

También a la pasada hay un buen desarrollo de lo que significa llevar un negocio como ese en esa ciudad, lo que hay que cuidar, las historias que allí se desarrollan basándose en casos reales de restaurantes reales que tuvieron que cerrar no hace tantos años porque no cuidaban a sus empleadas mujeres de los excesos de algunos de sus clientes.

La iluminación y la parsimonia del relato no ayudan mucho a la dinámica, y también influye mucho ese toque que a veces Netflix le impone a sus historias, para que, de alguna manera, nos complazcan. Los personajes no son malos, cometen errores.

Lo mejor de la serie es esa dinámica de la vida de esos hermanos que se necesitan pero no pueden dejar de destrozarse.

Lástima que esto llega tarde a nuestra cabeza.

Como en Ozark, dirigen Bateman y Laura Linney.

Es interesante pero no termina de desarrollar una historia potente, nos estimula y nos aburre con las historias de los personajes menores que tiene la serie, que no nos agregan nada.


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