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Desconozco el nombre bizarro con la que la película se conoció en nuestra cartelera, es la sigla (los gringos aman las siglas) por Retirados Extremadamente Peligrosos.

Una comedia, una de tiros, una de acción, una de espías, una de todo eso.

Con un dejo de aquellas viejas películas de los superagentes, Tiburón, Delfín, y Mojarrita, pero con efectos especialísimos, buenos actores, y una trama pasable, es una buena manera de pasar el rato.

En un tono de comedia británica, del estilo Ritchie, con buenos actores y una trama con alguna intriga que se devela bien al comienzo, lo tiene al eterno, al incombustible, al siempre lastimado y sangrante Bruce Willis en uno de sus clásicos roles, un duro de matar que acá se toma las cosas con filosofía, un poco de humor y un corazón enamorado (si, ok, como en casi todas sus películas).

Torcerá la boca, se lastimará, sangrará, y como si nada, una mañana antes del desayuno, nos meterá en una intriga en el seno mismo de la CIA que no nos dejará respirar siquiera.

Está enamorado por teléfono con una operadora del servicio social, una Sarah Jessica Parker que se siente muy cómoda en la comedia, un tanto tuneada para mis recuerdos, con dientes perfectos como teclado de piano y un rostro como alargado, totalmente alejada de sus clásicos roles de chica que llora.

El resto de la banda, que se irá sumando a media que se los necesite, maduros en serio (o será que Willis no envejece?) el gigante John Malkovich (se me hace que es argentino a veces) Morgan Freeman y la estirada Helen Mirren (hacía falta que su personaje se llame Victoria?).

Todos son retirados, muy jodidos, están alerta siempre, y van al encuentro y ayuda de su amigo Willis, que para colmo de males, está enamorado y no puede hacer que su chica zafe de quedar pegada en la intriga y persecución que se desata a los diez minutos de empezada la película.

Hay música de la buena, buenos efectos, cambios de planos y escenarios con buenos trucos, hay tintura y estiramientos de Helen Mirren que la hacen parecida a su propia figura en el museo de Madamme Thuseau, está el docotro Troy de Nip Tuck haciendo el papel de un vicepresidente de Estados Unidos, cagón, teñido y muy garca y hay una perla, una hermosa aparición de un milagroso Ernest Borgnine.

Cuántos recuerdos viejo pillo. Lo hacía finado, pero esos minutos me llevaron a sus hazañas, esas de blanco y negro en las que sus dientes separados, y sus mohines fueron una marca registrada.

Buenas coreografías de disparos y persecuciones, una aparición también muy celebrada de Richard Dreyfuss, como si la película de verdad se dispusiera a exhumar viejos momentos de la pantalla.

En definitiva, lo que mejor saben hacer, entretener, divertir, producir una emoción que no dura, pero que parece real.

Qué más le pedimos a una película de acción?

Y como si fuera poco, aunque los malos son ellos mismos, los de la agencia inescrupulosa que quiere borrar unas viejas cuitas que quedaron desde q981 en Guatemala, hay rusos, para alegría de todos.

Así nos dejamos un poco de joder con los piel verde.

Un regocijo, quizá le sobren unos minutos.

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