The looming tower

The looming tower

Bandini está un poco remolón. Lo afectó la cuarentena pero no de la manera deseada. Lo invadió una profunda desazón y duda de todo.
Pero no dejó de ver todo lo que se pueda ver. Aunque trasladó poco a esas críticas que nos tiene acostumbrados.


8 Butacas



Entre todo lo que estuvo viendo en estos dos largos meses de encierro, hay una serie que le llamó la atención de manera especial (en realidad no es una, son tres o cuatro, casi todas inglesas) y es The looming tower, o la torre inminente.

En ese código tan gringo de deshilachar hechos de la historia para poner en consideración adónde la cagaron (sin exámenes de conciencia, eso es otro capítulo), ese código que nos ha hecho ver ficciones no tan ficciones acerca de Vietnam o Watergate, esta vez el centro de la trama es ese fatídico 11 de Septiembre de 2001, cuando todo tembló.

La trama está construida desde atrás, un par de años antes, y se centra en las mezquindades de las dos agencias encargadas de estudiar temas vinculados al terrorismo mundial. La CIA y su unidad especial para estudiar estos casos, y el FBI con un departamento de contraterrorismo con cede en NY.

Toda la serie gira en torno a esos papeles que no compartieron, en los egos personales, en los personalismos a la hora de dirigir esas unidades, los excesos, las burocracias y la bendita cadena de comando que todo lo arruina.

Por el lado del FBI un gastado agente interpretado por Jeff Daniels (espectacular) y un segundo de su oficina que es el único que habla lenguas árabes (había muy pocos que hablaran la lengua en las agencias por esos días) y por otro la CIA (el jefe es Alec Baldwin) y sus expertos arrogantes que nada comparten con los brutos policías que solo saben encarcelar perejiles (casi textual) y arruinan su trabajo.

Esa historia se desarrolla en paralelo a la historia de Bin Laden, sus campamentos, sus movimientos de fondos, sus células, su manera de operar en un territorio convulsionado.

Los extremos empiezan a tocarse, a cruzarse, a mezclarse, y esa adrenalina está perfectamente desarrollada en la historia.

Muy bien actuada y con un ritmo sólido que no distrae de lo importante, se toma los momentos necesarios para desarrollar cada historia, cada detalles, sin dar nada por sabido ni por sentado. Hace un esfuerzo porque vayamos entendiendo todo el tiempo qué es lo que está pasando, y por qué es importante para lo que al final pasó.

Cables que no se tuvieron en cuenta, información que se ocultó a propósito solo para ganar lugares en la administración, un cambio de gobierno, en el que entran personajes de la administración Bush incapaces de escuchar un informe de más de 3 minutos (con la profundidad que estos temas tenían) y un desarrollo lento pero muy intenso, que se va consumando en imágenes muy creíbles hasta llegar a la mañana del 11 de Septiembre,

También cruzado pero sin abusos, por historias personales, la serie gana en magnitud cuando nos enteramos que está basada en hechos reales, que los personajes y sus circunstancias existieron (de hecho usa el recurso de mezclar con imágenes reales de loe personajes varias veces en el desarrollo) y que la serie es producida por nada menos que uno de los protagonistas en la vida real.

Todo terminó mal, pésimo, y los protagonistas fueron sometidos a indagatorias desde comisiones del congreso.

Una costumbre gringa que ayuda a despejar el camino, que no tiene miedo de hablar de los vivos, y que no deja espacio a dudas.

Fuerte, bien contada, creíble. Vale la pena.

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