Fair Game


Fair Game

Se le puede quizá criticar a esta película, que es demasiado parecida a la vida real, lo que quizá la hubiera convertido en un documental para televisión. Su ritmo, libro y actuaciones la ponen en ese lugar. Pero merece una chance.

Más que por las características cinematográficas, por el costado que ofrece, la mirada sobre aquella mentira enorme sobre la cual el gobierno de Bush hijo montó su operativo sobre Irak. La justificación de todo el despliegue en la supuesta existencia de armas de destrucción masiva.

Digo que es otra mirada, otro ángulo, ya que esta historia es perfectamente complementaria con Green Zone, la película que protagonizó Matt Damon y que vimos el año pasado en Buenos Aires. Lo que allí vimos en el campo de acción, protagonizada por soldados, acá lo vemos en las tramas y trampas de los burócratas de Washington, el mismo escenario de guerra, otras armas.

No esperen demasiadas sorpresas, van a meterse en las vidas de un matrimonio entre un ex embajador norteamericano, que hoy vive de sus viejas conexiones transformándolas en oportunidades de negocio, como lobista internacional, y una agente de la CIA para operaciones de desarme.

La película tiene dos ejes, la historia, minuciosa, poderosa, creíble y las os actuaciones de Sean Penn y Naomi Watts, que son por demás creíbles.

Tiene mucha química esta pareja, ya los vimos en 21 gramos en una circunstancia por demás dramática. Acá también los vamos a ver tambalear, y funcionan muy bien juntos. Naomi es, además de bella, muy buena para estos papeles de despliegue emocional, sus cachetes inflados, su mirada, son una herramienta de interpretación, y a Penn ya lo vimos en el papel de estrella defensora de las causas justas, lo vemos todo el tiempo en ese papel, ya sea visitando campos minados o visitando a Hugo Chávez, es el mismo Penn. Está maduro, con su pelo desmarañado y su cansancio a cuestas, pero será el que sostiene el relato a partir de la mitad de la película.

No me quiero meter con los pormenores de la historia, solo voy a decir que son ellos dos, los dos juntos, quienes tendrán que ver con la mentira desde el punto de vista de los escritorios. Se verá involucrada la Casa Blanca, la oficina del vicepresidente y la opinión pública norteamericana, feroz, republicana, que caerá como una bomba en sus casas.

Se cruza en todo el relato, la ferocidad y el armado de la realidad, que hacen los medios de comunicación, y cómo, cuando uno cree que los maneja, termina siendo víctima de ellos. No faltan las menciones acerca del republicanismo de la cadena FOX, una especie de 6,7,8 de la democracia norteamericana.

Al final, en un golpe de efecto interesante, la voz de Naomi se convertirá en la de la verdadera protagonista de esta historia, y se fundirá a negro la pantalla para que ella aparezca, casi desde el mismo plano, con lo que resignificaremos toda la historia a partir de nuestros propios recuerdos del hecho que narran.

Está buena para ver, no hay demasiadas razones cinematográficas, hay más de los recuerdos de la pantalla chica y de los diarios que leímos hace meses nada más.

Es algo envidiable la capacidad y los reflejos de esa industria para meterse en esos temas que todavía están calientes, están siendo masticados y apenas digeridos por todos. Se llama tomar partido. También se llama bajar línea.

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