Paranoia
Paranoia
Con dos columnas, con solo dos columnas sólidas se sostiene
un relato a la medida de los nuevos tiempos.
Tiempos de tiburones del mundo virtual. En el que los
poderosos no son ni industriales ni financistas. Son los creadores de aparatos
de gran tecnología, de programas, de proyectos para cambiar al mundo virtual.
Los dos pilares son Gary Oldman (siempre bien) y Harrison
Ford (qué grande está) y fueron socios, y tocaron el cielo con las manos, y se
separaron mal para detestarse de por vida, y ahora no pararán hasta sacarse los
ojos.
Son dueños de empresas enormes, los dos, y están en la
carrera por la tecnología como dos chicos.
Son taimados, tiburones en aguas complejas, y saben jugar el
juego.
Cuando llega a sus vidas el joven Liam Hemsworth (ascendente
australiano al que nos vamos a tener que acostumbrar) y con su ambición y su
osadía, se mete entre ambos para que las cosas se compliquen demasiado.
Uno de ellos, con una artimaña simple pero efectiva, lo hará
meterse en la organización del otro para nada menos que robarle su última
invención.
Es decir, una historia clásica. De espionaje clásico, con
las reglas del juego clásicas. Pero ambientada en la actualidad de las empresas
de tecnología.
Está claro que los dueños de las empresas no son tan hijos de
puta, ni las cosas están en ese nivel de paranoia, pero la historia está bien
contada, es ágil, tiene todos los condimentos del género, y es atrapante.
No faltan el romance, el padre del joven que es bueno y la
reserva moral de la película, el arrepentimiento clásico del que pisa el palito
en el cine americano, y el comienzo de nuevo, de cero, con sus amigos para
comerse al mundo desde un garaje de Brooklyn.
Lo que estoy describiendo la hace un plomo, ya lo se.
Pero es bueno decir que tiene todos los condimentos del
clásico del género, y con eso se evitan las sorpresas desagradables. Uno sabe a
lo que va cuando se mete en la aventura de una película de género. Hasta se
puede sonreír con alguna escena que parece exagerada, pero lo que es cierto es
que, si está bien hecha, uno prescinde de todo eso y se mete en hora y media de
pura diversión.
Y en eso la película es efectiva.
Nada más que en eso, claro.
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