La casa de papel

La casa de papel

La fascinación adolescente por las causas perdidas, la resistencia ciudadana a quién sabe bien qué poderes, en una trama aceitada y con personajes atractivos, en una vuelta de rosca inteligente.



7 Butacas



Un niño enfermo, que pasa su niñez en un hospital, un padre atracador, que soñó el atraco perfecto (para curar a su hijo) y una sociedad que les da la espalda y gasta millones en un "ajuste de cuentas públicas por malos cálculos", son causas nobles, justas, cuando ese niño devenido en adulto inteligente, decide hacer él mismo, el atraco que dejó inconcluso (las balas de la policía...) su padre.

Ese es "el profesor" el cerebro detrás de este arriesgado plan, un atraco con rehenes a nada menos que la fábrica de hacer billetes, la Casa de papel moneda y timbre española.

Un grupo muy particular de atracadores, cada uno con una personalidad y rol definidos, complementarios, un pacto de no conocerse, no intimar, tanto que serán rebautizados con nombres de ciudades, para mantener sus identidades en secreto entre ellos, y un plan largamente trabajado por la mente criminal del entrañable profesor, son el principal motor de esta buena y sorpresiva serie española.

Sorpresiva porque es un éxito en nuestro país, y porque es un buen producto de la cantera Netflix, que se hace desear para subir la tercera temporada.

No hay grandes recursos, esta bien filmada, tiene ritmo, y posee algo de esa magia que hace queribles a los personajes (la clave de la puesta) y que mantiene la tensión narrativa de capítulo a capítulo, utilizando el recurso (viejo pero efectivo) de que pareciera que todo se desmorona cuando en realidad ya lo había pensado el profesor y es parte del plan.

En medio se darán historias de amor, una entre un rehén y un atracador, y otra, poderosa, entre nada menos que el profesor y la investigadora a cargo del caso. Todo un tema.

El plan es simple, esos atracadores que trabajaron 5 meses en la preparación del plan perfecto, entrarán a la casa de moneda, mantendrán adentro a los rehenes, ataviados todos iguales con monos rojos y máscaras de Salvador Dalí, y ganarán tiempo, el tiempo necesario para imprimirse sus propios billetes, casi mil millones de euros.

Bien filmada, atractiva visualmente, utiliza los giros de la trama para mantener la atención y la tensión, mientras despliega las historias entre los atracadores, entre los rehenes y en el seno de la policía que se desconcierta.

Tiene algo adolescente la historia, por eso gusta tanto entre los chicos, porque la narradora en off es una de las ladronas (Tokyo) y es una chica impulsiva, con valores adolescentes y moral propia.

Y porque está eso de reivindicar ante la sociedad que tanto daños nos hace.

En definitiva, es un buen producto español, que no se disfraza de otra cosa, huele a paella en varios pasajes, pero es a todas luces efectivo en el manejo de la situación, la tensión y el lenguaje.

Es un buen divertimento, que termina bien, quizá un poco precipitado el final, y un tanto idílico, pero bien

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