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Extraña, divertida, tensionante, siempre al borde de perder el frágil equilibrio que reina. Eso es Home, una atrapante película que compitió por Suiza en el Oscar 2010 que se llevó El secreto de sus ojos.

Es la historia de una familia que vive alejada del mundo, en medio de la nada, en una vida bucólica, casi perfecta, en la que los lazos entre los cinco integrantes (papá, mamá, una impactante y madura Isabel Huppert, Julien el más chico y dos hermanas saliendo de la adolescencia) son fuertes, hechos a base a pasar mucho tiempo juntos y repletos de costumbres y situaciones que se repiten todos los días con una sincronicidad asombrosa.

Así viven, con salidas del padre a trabajar y los más chicos al colegio.

El detalles es que esa paz está soportada en la vida al costado de una autopista que, la desidia y la burocracia del estado, hicieron un monumento a la nada. Está construida, hace 10 años que se hizo, pero nunca circuló un solo auto.

Entonces los límites de la casa de la familia se extendieron, la pileta, el sillón de papá, los juguetes, todo está sobre esa infinita cinta asfáltica que es un gran patio de juegos.

Y nadie, absolutamente nadie alrededor.

Una forma de vida particular, feliz a su manera, que un día será amenazada por la noticia que no querían escuchar, se anuncia la reapertura de esa vital arteria que unirá dos importantes ciudades y ellos, en medio de esa maquinaria infernal que la pondrá a funcionar, al principio no quieren creerlo, pero poco a poco se irán acostumbrando a la idea de que esta vez es en serio.

Y tan en serio es que una tarde, al regresar el padre del trabajo, ya no podrá llegar con su auto a la puerta de casa, un guarda rail dividirá esa llegada para siempre.

Así la vida se partirá en un lado y el otro de la ruta.

De un lado, pegada a la cinta asfáltica, la casa. Del otro, el mundo.

No le darán importancia, tratarán de vivir su vida con el mismo espíritu y la misma alegría de siempre, pero los cientos de autos que empiezan a pasar, modificarán sus costumbres y sus vidas cotidianas de una manera irreversible.

Entonces vamos a asistir a una carrera por tratar de que no se note, de que no los afecte, lo que será casi imposible cada vez que necesiten cruzar, que quieran tomar sol o comer afuera.

El ruido, el paisaje que ven desde sus ventanas, la imposibilidad de cruzar cuando quieren, llevar cosas, volver del colegio, todo se modifica.

Atan al gato, cruzan una heladera a la madrugada y ya no saben cómo seguir.

Se modifica la paz de esa vida y ellos empiezan a reflejarlo en su ánimo.

Hasta que un día, ya sobre el comienzo de las vacaciones, la hija mayor desaparece, se va de esa casa siguiendo a un automovilista y será para no volver.

Ese tedio de estar todos juntos adentro de la casa en vacaciones será determinante para lo que sigue.

Una crisis una noche los hará tomar una determinación insólita, tapiarán la casa, ya no soportan el ruido y las luces, lo harán desde adentro casi sin dejar espacios entre los ladrillos.

Se debilitarán, vivirán entre basura, se pondrán pálidos y tomarán pastillas para lograr dormirse.

Un cóctel siniestro y fantástico, muy bien sostenido por actuaciones, por climas, por encuadres, por música.

Una muy buena película, una buena muestra que se pueden contar historias mínimas, sorprendentes.

Una buena lección europea para tanto cine americano sin ideas.

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