Escalandrum

Escalandrum en el Konex

Cuando lo que importa es la música, y el homenaje eterno.


9 Butacas



Hay clima de encuentro de entendidos. Silencios y cautelas para moverse en la sala, buenas noches y permisos para sentarse en el lugar elegido. Malabarismos con los platos descartables y las empanadas.

Es un público que sabe a lo que va. Y eso está bueno.

El Centro Cultural Konex tiene una sala, en medio de sus galpones desangelados cuando están vacíos, que tiene butacas y acústica y luces y sonido. Pero uno se sienta a gusto, no hay ubicaciones, es como un cine, y eso es parte de lo que uno va a buscar, quiero creer.

Toca Escalandrum, y si bien el crecimiento de la banda y sus cada vez más redondos espectáculos es un hecho, la posibilidad de verlos rendir homenaje al Gato es una fiesta.

El concierto tiene dos partes, y las dos están buenas y son parejas. Una fiesta a los sentidos.

Con la batuta de Daniel Pipi Piazzolla, la emotividad está presente toda la noche. En la forma de anécdotas de todo tipo, desde las charlas mirando películas de acción con el abuelo genio, hasta las que cuenta ahora, que a su vez le cuentan los amigos de su abuelo, hasta las doméstica, las menores, que incluyen buena parte de la filosofía de este grupo impecable y su funcionamiento como grupo.

Son todos buenos músicos, y eso es una felicidad. No hay desentones, no hay miradas raras, no hay gestos de enojo. Todo fluye.

Y en ese fluir, entre intermedios con anécdotas, cariños a sus hijos en la platea y una sonrisa permanente y entrañable, nos brindaron un menú exquisito de obras de Astor, arregladas por el pianista y con el desafío de convertir en armonía a tres vientos, en reemplazo de un bandoneón irreemplazable.

El resultado es maravilloso.

El segundo bloque, con invitados, incluye una versión solo de guitarra de Libertango por Kevin Johansen, un bloque con los percusionistas virtuosos de Bomba de Tiempo y una delicadeza sensacional con Javier Malosetti.

En el bis, Libertango de nuevo, ahora con todos.

Primavera porteña, Escualo, Milonga for three, y un especial casi final con Adiós Nonino.

Para dejar la música allá arriba.

Para disfrutar y aplaudir con todo.

Para apreciar en primer plano la ejecución impecable de un instrumento como injertado en el tango, que es la batería que tova Pipi Piazzolla, y para dejarse impregnar y tocar por el alma de ese músico enorme que fue Astor Pantaleón Piazzolla.

El alma de gato anduvo por el andurrial del Konex.

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