Tenet

Tenet

Si no revelara el nombre de su director, a los 3' ya supondríamos que es una película de Christopher Nolan. Por su presupuesto (pocos lo consiguen) por su despliegue y por su inquietante revelación que tarda en llegar.


5 Butacas



Tenet es una película clásica, de malos y buenos. Mejor dicho, de malos muy malos (en este caso impecablemente compuesto por Kenneth Branagh) y de buenos de todas bondad, aunque trabajando para alguna agencia de buenos internacional, lo que los hace hacer cosas malas.

Hay un sello, hay una huella de casi todas sus obras anteriores y hay una obsesión que siempre está, el tiempo y su relatividad.

Es como si apenas arranca la película, con una escena de acción, fuéramos viendo partes de Memento, de Dunquerque, de algún Batman, en escenas que cuadro por cuadro son maravillosas, como los boxeadores que son buenos libra por libra, pero para que podamos descifrarlas necesitáramos algo extra.

La noción del tiempo, su fragilidad, están en el centro de esta película. Porque el malo, al que le queda poco tiempo de vida por una enfermedad terminal, ha descubierto la manera de vencerlo, de poder ir y venir al pasado y al futuro, y entonces no hay secretos para él, y cualquier tropiezo es enmendado con la corrección temporal adecuada.

El problema, como casi siempre con Nolan (muy sobre todo con Interestelar) es que necesitamos mucha información previa par gozar de su cine, tenemos que estar demasiado atentos, conocer mucho, hacer ejercicios todo el tiempo, comentar, compartir, y eso a veces (muchas veces) cansa.

Los objetos pueden invertir su trayectoria, siempre van hacia adelante, hacia el futuro, pero también pueden venir...

De esta manera, el protagonista (un carismático y bien preparado para roles protagónicos John David Washington) arranca con una escena de gran vértigo en la ópera de Kiev, es capturado y prueba su valor mordiendo una cápsula de veneno para autoeliminarse. Despierta lejos de todo, en un cuartel de su organización, está probado que pueden confiar en él para una misión más difícil, vencer al tiempo y a quién lo domina.

Así comienza la aventura en grande, con viajes, con un compañero fiel (Robert Patinson) con una bella dama que está atada al malo y personajes secundarios interesantes. Todo muy a lo Bond.

Pero como Nolan no se contenta con solo filmar bien, necesita la osadía de introducir la variante temporal y los rompecabezas y paradojas que encierra.

Tanto, que los personajes se ven forzados (como una buena película de Adrián Suar) a contar lo que les pasa, a reflexionar sobre lo que están haciendo, de manera de ir explicando lo que nosotros como espectadores a veces no podemos.

Ahí quizá hay un error de este director tan genial.

A veces, como en Dunquerque, solo debería dejar que las imágenes, que las situaciones, vayan explicándose solas, y si no hay mucho que entender, porque no podemos, están las imágenes y los sentimientos que despiertan.

Estamos buena parte de la película sin saber adónde terminamos, sin saber a adónde vamos y con resaca de lo que acabamos de ver.

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