The Woman in the fifth


The woman in the fifth

Precedida por premios, nominaciones y campañas, uno se preparaba para ver una de esas que se van a comentar por días y días. Lo que puede un buen tráiler, lo que puede una buena inversión en la previa, pero lo que no puede sostener la historia, es en vano, no se puede crear algo bello allí donde falló la magia.

Es lo que le pasa a esta película. Dos buenos intérpretes, Hawke que ya nos tiene acostumbrados a esas escapadas a París (habla bien el idioma) y que ya a esta altura podemos identificar como un actor encasillado. Ya no es un muchacho, y sus papeles están siempre al borde del abismo. Torcidos, complicados y poco risueños. Ahora viran un poco a sucios, además, con lo que el combo no puede ser mejor.

Y la siempre bella Kristin Scott Thomas, que pone lo suyo.

Hawke será un académico, que tiene que viajar a París porque no ve a su hija, y cuando llega todo sale mal. Tiene restricciones para acercarse, producto seguro de conductas violentas, casado por accidente con esa mujer francesa que se defiende.

Cuando llega con su valija, todo será para mal. Se quedará sin trabajo, le robarán todo lo que lleva encima cuando se duerme en un colectivo y el mundo se le caerá encima.

Pero se refugiará en un hotel marginal (qué raros son siempre los márgenes de las grandes ciudades) lleno de inmigrantes africanos, turcos, polacos. Y allí sus desventuras irán creciendo a los límites inimaginables.

Pero es allí adonde la película se pierde, se entra a mezclar con bordes que no están nada claros y aparece la figura de la Scott Thomas, que nunca terminaremos, al menos yo, de saber si es de carne y hueso, si es la parca, o se es solo un invento de su imaginación afiebrada.

Demasiado extraña, demasiado vacía en algún punto, demasiado marketing para poca historia.

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