To Rome with love
To Rome with love
Está bien, si me dicen que es un folleto de Roma hecho con
vuelo, o una pieza de la propaganda italiana para fomentar el turismo, te lo
tomo. Pero es Allen, y Allen merece siempre verse.
Con lo cual parto de uno de esos prejuicios tan transitados
en este blog, no puedo, no quiero, no lo voy a hacer nunca, eso de criticar sin
piedad algunas piezas de algunos directores. Sus trabajos siempre son en mi
mirada un eslabón de una cadena productiva.
Y Woody es quizá uno de los más protegidos en esa lista.
Es que desde dónde, con qué argumentos, baso un no me gustó
esto o aquello en el caso del tipo que nos regaló Manhattan, o Crímenes y
Pecados, o Hannah y sus hermanas, o y o, yo , yo, yo…
No hay manera de entrarle.
Su paso por Europa fue desparejo, hizo Match Point y el
Sueño de Cassandra, pero aún en esas dos tan distintas, siempre vimos una idea
básica, elemental, explícita, de alguna de sus obsesiones cinematográficas.
No en To Rome…, no pude percibir, descubrir, adivinar, nada
de eso. De su miedo a la muerte, de su relación con la religión, con lo
trascendental de nuestras vidas o la existencia de Dios. Nada. Ni atisbos de
sofisticación en el texto.
Además se apoya en algunas actuaciones que, por lo
espontáneas, no terminan de ser de calidad y deslucen.
Historias paralelas, que solo tienen en común un escenario,
la hermosa, eterna, enigmática Roma. Pero nada más.
El elenco es siempre un placer, solo voy a dedicarme a dos
de sus miembros. Un Roberto Benigni que encarna a un tipo común que, de la
noche a la mañana se convierte en una celebridad, tan efímera como son las
celebridades en estos tiempos, y una Penélope Cruz que está como todos queremos
verla siempre, pulposa, Sofía Lorenesca, hermosa, sensual, desbordante.
No mucho más. Desperdicia a Baldwin (un buen comediante) en
un papel que no llega a alcanzar el vuelo que puede tener, o que hubiera tenido
en una película suya de hace 15 años.
Lo más logrado, desde el universo Allen que tanto
disfrutamos, es el episodio del cantante de ópera que canta en la ducha.
Homenaje a sí mismo, a su historia.
No pude abstraerme en todo el relato, de la posibilidad
remota de que venga a filmar a Buenos Aires, e imaginarme qué podría hacer acá.
Los clichés americanos, los nazis, el bife y el tango (ahora el Papa Francisco)
serían seguro de la partida. Así como Francella y Susana Giménez y Leticia
Brédice.
Woody, no vengas.
Lo lamento en el alma.
Pero quiero al viejo Woody de vuelta. Haciendo películas
casi de cámara, dirigiendo a los que serán grossos, a los que dicen algo de
manera distinta, y a tus viejas fantasías y fantasmas.
Está grande, es indudable, se nota en su dicción, en sus
movimientos, en sus miradas a cámara. Es un maestro, es el maestro que hace que
siempre tengamos un segundo para la producción americana. Pero esta aventura de
filmar por ahí debería ya terminar.
Vuelva a Nueva York maestro, por favor, dedíquese a dejarnos
lo mejor de su cosecha, en esa admirable rutina de hacer una película por año
que tanto agradecemos.
No hay trabajos chicos de este monstruo, no hay.
Todo sirve y todo vale.
Creo que vi todo, y se me nota. Tengo mis preferidas, pero a
la larga él es un preferido.
Comentarios
Publicar un comentario