Killing Season
Killing Season
De Niro es un grosso. No hay dudas de eso. Y si hay dudas,
hay que ver algunas de sus interpretaciones, cualquiera, de esas que nos
emocionaron y conmovieron. Pero también es un hombre de negocios, que tiene sus
cosas extra arte que le demandan, seguro, inversión y dinero. Quizá sea esa la
razón por a cual acepta algunos papeles.
Papeles que no están a su altura, que el señor Robert
resuelve con oficio de artesano, nos mohines, sus caras de culo célebres y no
mucho más, es todo lo que se necesita.
Pero hay que ver algunas cosas que rompen los ojos.
Killing Season es una de esas películas que salen como mi
carnicero hace longanizas. Entran por un lado y salen hechitas por el otro.
Una anécdota que ya vimos muchas veces, una deuda de guerra
que se cobra en el futuro. El escenario es Bosnia, y los americanos tienen que
hacer algunas cosas sucias en medio de los dramas más terribles. Uno que casi
muere (Travolta), y vuelve a buscar a su ejecutor (De Niro).
Para Travolta un párrafo aparte, gordo, forzando un acento
raro, poco efectivo también en su rol, con una barba y un corte de pelo que lo
hacen parecer más una parodia que un verdadero tipo desesperado.
Y la historia que no ofrece ni giros ni sorpresas hacen de
Killing Season una película poco memorable.
Se entiende en el contexto que describo más arriba. Hay que
pagar cosas, no hay que esforzarse demasiado, y estamos seguros que solo con
esos dos rostros nos aseguramos un piso de espectadores que justifican la
inversión de los socios.
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