Promised Land
Promised Land
Gus Van Sant es un director extraño, de extremos, de golpes
visuales, de actores. Matt Damon es perfectamente americano, ha escrito para el
cine, es inquieto, ganó un Oscar por eso. Conoce la industria y conoce cómo
hacer éxitos. Elige bien sus papeles.
John Krasinski es un actor secundario, dueño de una sonrisa
muy contagiosa y actor correcto, es también guionista, y se embarca en esta
aventura con Damon.
Promised Land no es una película inocente.
En un panfleto.
Hay que ver muchos detalles para comprenderla, y cuando uno
los ve antes de sentarse a descifrarla, ya entiende muchas cosas.
Una empresa poderosa, que todo lo puede digamos, está
dispuesta a seguir agrandando su potencial de extracción de gas natural en una
zona rural de Estados Unidos, necesita más y más extensión para explotar, y
para eso pone en el campo a un ascendente vicepresidente de manejo de tierras,
exitoso y sospechamos inescrupuloso Matt Damon.
Sabe lo que hace, conmueve, va casa por casa, se mimetiza
con la región que visita. Usa todos sus recursos, entre los cuales está, claro,
el haber nacido él mismo en una zona rural y con necesidades. Una zona de la
que se fue cuando la gran industria que allí producía, Caterpillar, decidió
cerrar.
Pero ahora es un tipo carismático y exitoso. Recorre las
geografías cerrando trato con los vecinos, con los dueños de esos enormes
campos del interior americano, que ya no sacan lo que sacaban por esas tierras,
que no sienten que están bien pagados por su trabajo, y que se tientan por los millones
y millones que Damon les promete cuando esa potencia que vive debajo de sus
ranchos, se libere.
Hace esas recorridas con una compañera, que es la siempre
correcta Frances Mac Dormannd.
Pero en ese pueblo en el que se instalan, en el que ya los
están esperando, se encontrarán con algunos que desconfían, que saben lo que
pasa.
Y lo que pasa es nada más y nada menos que la explotación
del gas no convencional, si el de Vaca Muerta, que tanto vemos en los diarios
argentinos, y la derivación de esa explotación, que necesita mucho agua, y que
tiene tantos detractores, por el método, como entusiastas.
La película, en medio de cuestiones sensibleras y un trámite
demasiado moroso, narra esa batalla. Que es una batalla que vamos a tener en
nuestros pueblos del sur en poco tiempo.
La prepotencia de los billetes y de las pocas explicaciones,
de los argumentos, y la potencia de gente convencida.
Es una película interesante desde ese punto de vista, para
ver a las potencias en acción.
Sorprende, o no tanto, ver que entre los productores está
una empresa de Abu Dabi, es decir, para que quede claro, es una película con
gran guión, con un director consagrado, con actores que podrían ser la envidia
de cualquier director de casting, al servicio del lobby de los que no quieren
que este gas no convencional sea explotado.
Está claro?
El lobby del carbón, del petróleo tradicional, haciendo que
una historia de arrepentimiento y de corazones abiertos, gane a los
millonarios.
Obligatoria para los estudiantes de comunicación, es la
potencia cultural en acción, al servicio de una idea, de un interés, pero
puesto en escena de manera virtuosa y atractiva.
No hay mucho más en Promised Land, es correcta por donde se
la mire, como un folleto institucional no tiene fisuras.
Si no se la mira con este interés extra, aburre un poco.
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