Walt y El Grupo
Walt y El Grupo
En 1941 Walt Elías Disney se embarca en un avión de American
Airlines con un grupo importante de colaboradores de su empresa.
Había estrenado ya Blancanieves y por primera vez contaba
sus ingresos en cientos de miles. Su apuesta había dado resultado y tenía en el
banco unos dos millones de dólares, que no tardó en volcarlos uno arriba del
otro, en la construcción del estudio en California.
Eran momentos complejos para el mundo, y Walt disfrutaba del
éxito de su largometraje animado, que era el comienzo de algo grande, él lo
sabía
Pero no todo era camino recto. La primera huelga, la
extorsión de un delegado que todavía no representaba a nadie, pero que sabía
cómo hacer el trabajo sucio, y la paralización del estudio en medio de la
crisis que la guerra originaba.
La gran guerra ya estaba en el patio trasero, aunque todavía
no había sucedido Pearl Harbor, las restricciones a los insumos, los problemas
económicos, la hacían sentir de manera fuerte y continua.
En medio de toda esa convulsión, en medio de la huelga que
paralizaba todo, Roosevelt le propone a Walt un viaje, un largo viaje por el
“patio trasero” de América, para hacer un programa de buenos vecinos.
EL Departamento de Estado se ocupará de todo, sobre todo de
los altos costos de un viaje de más de tres meses, recorriendo el ABC tan
famoso, Argentina, Brasil y Chile, para Walt y el equipo de dibujantes,
músicos, guionistas, que él designara. Había que ir y ver, había que traer
ideas, personajes, conocer, llevar cultura, en un abrazo político sin
precedentes.
Y el bueno de Walt, de paso, se evitaba el terrible
deterioro cotidiano que significaba una huelga muy difícil.
EL viaje fue pagado por el gobierno, que también controló
los objetivos políticos y de comunicación de semejante movida. Que también
tenía un correlato industrial, ya que la idea era producir dos películas, cuya
taquilla o ingresos, estarían garantizados vayan o no los espectadores.
Buen negocio para Disney, que solo tenía que ir, ver,
conocer, llevar su sonrisa y sus ideas y absorber cultura.
Este sensacional documental cuenta con detalles domésticos
ese viaje extraordinario.
La producción de las dos películas, “Saludos amigos” y “The
three caballeros” y todo lo que encerró el viaje en términos de intercambio
cultural y político, está plasmado en tono parsimonioso, completo, atractivo y
con imágenes increíbles de los países en la época.
No hay dudas que lo más rico desde el punto de vista
cinematográfico fue Brasil, inspirador de personajes (el grillo malandro) y que
los ilustradores quedaron deslumbrados por los colores y la belleza de Río de
Janeiro. Pero también Fulgencio Batista y su despliegue de glamour y poder.
En Buenos Aires, la dominante fue el gaucho, no el tango
como podría pensarse al haberse instalado en el corazón de la ciudad (armaron
un estudio completo en la terraza del Alvear Palace) y se reflejan toda suerte
de asados con cuero, visitas a estancias y domas de caballos, que fascinaron a
Walt, que en toda la película se muestra como un chico juguetón y amante de las
bromas.
Peor más allá de toda la pintura de época, del momento
complejo de la guerra, de los folcklores típicos de los países, la potencia la
lleva el eje central del documental, la decisión del gobierno de Estados Unidos
de evangelizar con sus valores, al resto de la región, desde una posición de
tutela, de hermano mayor, es cierto, pero con fascinación por todo lo que
fueron encontrando.
Un gran evento de Relaciones Públicas, un perfecto engranaje
de propaganda, de comunicación gubernamental, de sofisticación, para seducir a
una región enorme, potente, dinámica, que podría ayudar a torcer las cosas.
Lo mismo hacían desde Alemania, pero con métodos más
rudimentarios, igual de ricos en términos de dinero, pero infinitamente menos
complejos.
La cultura, la comunicación, el cine y su potencia, la
creatividad, y la incipiente industria de la animación, como en este caso, al
servicio de las ideas de un país.
Acaso el cine no busca siempre decir cosas? Aún en esas
películas que se nos presentan como inocentes desde el punto de vista
ideológico, a poco que alguien nos abre los ojos, y vemos sus productores, sus
mensajes, sus mensajes no dichos, comenzamos a entender un poco más de sus
objetivos, y del ideario que tienen detrás.
La gran herramienta cultural, junto con la televisión
después, para decir lo que no se puede decir de frente, mirando a los ojos,
para emocionar cuando se lo dice, para que lo diga uno que es más atractivo que
el presidente, al que por otro lado, ya nadie le cree.
Eso puede la comunicación a través del arte, de la cultura.
No hay referencias a esos encuentros con Perón, que tanto
mito tejieron alrededor, de las visitas a los parques en Bariloche, de la idea
para los parques temáticos cuando visitaron la República de los Niños, este
viaje transcurre en 1941 y este documental lo refleja con toda su complejidad.
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