Kingsman The secret service


Kingsman, the secret service 



Están todos los condimentos, los actores, la trama, la música, la historia. Los ingleses saben como hacer películas de espías.
Michael Caine, que ya hizo este papel de jefe en películas serias, en comedias, en sátiras y en todas las hizo bien, está Colin Firth, que alguna vez debería considerar ser Bond y está el perfecto Mark Strong, tantas veces elogiado en este blog, cho un todoterreno gerente general de esta organización de agentes secretos sofisticados, que tienen su cuartel general den una sastrería del centro de Londres desde 1849.
Son los agentes de Kingsman, elegantes, despiadados, sofisticados, súper sigilosos y bajo perfil, que se encargarán de los asuntos más complicados del mundo, aquellos que ni el MI5 ni la CIA ni el Mossad pueden controlar.
La película es entonces una gran parodia, de las películas de espías, de las películas inglesas y de las historias que cuentan, pero a la vez está contada de tal modo que parece verosímil.
Como si a partir de ahora cuando veamos una de Bond tengamos esta presente.
Hay lealtades, obviamente códigos, hay planes y tramas secretas y un villano, perfectamente encarnado en el límite de la farsa por Samuel Jackson.
La película ofrece entonces un equilibrio entre lo clásico, la sátira británica y la sorpresa.
Bien filmada, ágil, con los efectos especiales, las coreografías de peleas y sangre brotando y buena banda de sonido.
Hay historias de códigos y de hijos de agentes muertos que se convierten en los salvadores de un mundo demasiado lineal, pero efectivo a los términos de una película de espías.
Lo británico estará siempre, en la acidez del humor, en el estoicismo, y en un final a toda orquesta, un final bizarro y desubicado, que termina de configurar la farsa en la que estuvimos metidos.




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