Woman in gold

Woman in gold



Cuando parece que ya vimos todo, que el nazismo no pueden entregarnos nada nuevo al horror y a la barbarie, contada de una manera violenta o satírica o desgarradora o íntima o masiva, aparecen relatos contando un costado, un detalle, y con la carga que traemos, se convierte en una historia que había que contar.

La Dama de Oro, como se llama en el estreno local, cuenta una historia menor, pero enorme. La historia de un cuadro robado por la ocupación Nazi de Viena, robado a una familia como tantas, pero que el tesón, el cariño de una sobrina testaruda (Helen Mirren, siempre correcta) y una abogado idealista (Ryan Reynolds) y sobre todo un resquicio legal del intrincado modelo legal de Estados Unidos (donde parece que todo se puede) logran la vuelta a su dueña natural, después de haberse pasado más de 50 años exhibido como gran tesoro en el museo principal de Viena.

Y es una historia real, filmada en escenarios reales y con un relato al servicio de la historia, sin estridencias, sin gris cinematográficos extraños o que distraigan, y con actuaciones correctas.

El director inglés Simon Curtis ya nos había obsequiado una película exquisita, Mi semana con Marilyn, y aquí vuelve a la recreación de época, a la intimidad de una familia desgarrada, al dolor y a la fechoría de alto nivel.

Es correcta, hace pensar, no es tan visualmente bella como La Ladrona de Libros que vimos hace un par de años, y mucho menos militarizada que la del escuadrón recuperador de obras de arte que dirigió George Clooney hace poco también. Esta tiene textura de documental, porque lo que interesa es la épica de la recuperación, de la restauración moral y de la reflexión acerca de los complacientes con la ocupación alemana.

Está bien, no es una película ni visual ni cinematográficamente atractiva, es simple, porque deliberadamente deja paso a la narración.

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