Lady Bird

Lady Bird

La clásica historia de la adolescente que crece en un lugar que no le sienta, en una familia que no la contiene y con tironeos con su madre, en clave de ironía


5 Butacas 





Pero bien filmada. 
No hay sorpresas en la historia, y ahí está la clave, no se propone volver a interpretar a la adolescencia, no pontifica, no abunda en recetas, solo muestra, pone en pantalla una historia simple y a la vez poderosa.

Porque lo que si se propone la guionista y directora, la debutante Greta Gerwig, es contar la historia a partir de los sentimientos, y de las relaciones.

Parecida a la vida de tantas jóvenes, Lady Bird (se llama Christine pero le gusta más ese nombre que eligió) crece en Sacramento pero mirando a New York, o al menos a San Francisco.

Va a colegio católico, privado, lo que implica un enorme esfuerzo para su familia, en especial para su madre que debe trabajar doble turno porque su marido perdió el empleo.

Y Lady Bird quiere salir de allí, hacer todo lo posible para armarse una vida fuera de ese lugar sin arte, sin expectativas.

Ese es el nudo central, más allá de las anécdotas que se irán desarrollando para contar esa vida.

Las relaciones con sus amigas, la incomodad de no tener una casa imponente como algunas de sus amigas, eso de vivir del lado equivocado de las vías, el despertar sexual, y eso de largarlos a la vida a los 18, que implica mudarse solos a aprender a vivir.

Gerwig consigue combinar ironía, las contradicciones que implica la formación del colegio religioso en medio de una sociedad en cambio constante, los primeros besos y las ilusiones, en una mezcla sutil y convincente.


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