4x4

4x4

Un panfleto equilibrado, lleno de matices y brutalidades, propias de la furia con la que podemos toparnos en cada esquina. Actual y despiadada con actuaciones más que correctas.




6 Butacas



4x4 plantea la venganza, el hastío, la discusión histérica que se plantea en los medios de comunicación vinculados a la inseguridad ciudadana y cotidiana.

Un argumento simple, con poco despliegue de cinematografía, pero suplidos por una muy correcta elección de actores y tensión narrativa, que se construye alrededor de un robo. Uno más de los que a diario se ven en la Ciudad. 

El pibe que, solo con las amenazas básicas de su trabajo, entra por la fuerza y con gran habilidad a una camioneta atractiva, de alta gama, con la misión de hacerse con su equipo de entretenimiento.

En un par de minutos el objetivo está cumplido, pero después de regocijarse con la misión cumplida y hacer alguna que otra maldad solo por el hecho de hacerlas, lo sorprende la comprobación desesperada que ha quedado encerrado en una trampa mortal. La camioneta no solo está blindada, está insonorizada, se maneja todo desde el teléfono del dueño, y nada, absolutamente nada de lo que suceda adentro del habitáculo, es percibido siquiera por los que pasan a toda hora al lado del vehículo.

Una película aparte entonces, es ese paciente relato de silencios y desesperación que va construyendo con habilidad Peter Lanzani. Que va pasando por varios estados de ánimo, felicidad por haber hecho lo suyo, sorpresa, desesperación, desesperanza, durante cuatro noches que son las que permanece encerrado allí y dura su calvario.

No mostrará ningún signo de arrepentimiento, y en sus soliloquios, no solo justificará su vida, sino que desarrolla una especie de ética del ladrón.

Por el otro lado, el médico que compone Dady Brieva, con su carga de ironía y enumeración paciente de las 28 veces en las que se vio involucrado en actos de violencia.

Un compendio urbano de inseguridades. 

El desarrollo nos invita a tomar partido, y nos desafía a ponernos en el lado del médico, que pasa sutilmente de víctima a victimario, ya que en algún momento sospecharemos que ese escarmiento que está planeando terminará con la vida del personaje de Lanzani.

La tensión llega al momento culminante y aparecen los toros personajes. El negociador de la Policia de la Ciudad, un impecable Brandoni, los policías anónimos, los vecinos y los medios.

No son actores secundarios estos. Los vecinos seguirán los momentos finales en vivo y en directo, vociferando el rosario de lugares comunes, pero cargados de odio, que podríamos oír en cualquier reunión de amigos: "entran por una puerta y salen por la otra" "mañana vuelven a hacer lo mismo" "matalo".

Como espectadores no podemos escapar del debate, se nos plantea desde el momento inicial, en el que sin saber cómo seguirá el relato, nos alegra el dispositivo trampa para atrapar al que se lleva en unos minutos, lo que costó trabajo y esfuerzo conseguir.

Pero a medida que avanza el relato, y vamos oyendo la otra campana, al contrario de lo que podríamos suponer de antemano, no habrá discurso de empatía con el ladrón, no podremos identificar en él ningún signo de arrepentimiento, ni siquiera de comprensión de la situación.

Y eso complica las cosas.

Porque entonces el relato sí toma partido, no nos habilita el camino del debate propio.

Bien actuada, precisa, con una banda de sonido potente y alguna imágenes de muy buena factura cinematográfica, este estreno nacional tiene todas las características de la época, todos los actores con los que convivimos todos los días, por eso se nos presenta familiar y hasta posible, alejándonos casi de la ficción para meternos en una historia de noticiero.

Si bien intenta no bajar línea lo hace, de manera nada sutil.

Las caras del final del ladrón que sabe que nada lo va a alterar, el desenlace del médico y su manera de expresar su descontento y frustración.

Una historia en las que hay alguien que pierde y alguien que gana, dejando algo en el camino, pero preservando la vida.

Una historia que encierra un enorme desencanto, disfrazada de ironía.

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