El Ángel

El Ángel

Una oportunidad perdida. Morosa, con foco difuso, pierde la oportunidad de contar una vida perturbadora, sacarla de su caja de recuerdos, y retratar el perfil de un asesino inexplicable. Pierde


4 Butacas



Porque la película de Luis Ortega, que es un correctísimo director, carece de un guión que sostenga de manera convincente el relato de las andanzas asesinas de este personaje siniestro, que tuvo a la sociedad de Buenos Aires en vilo por los primeros años 70.

Los personajes, todos, son como bocetos, como estereotipos inacabados de personas de verdad, madres y padres que ven a sus hijos perderse en un ambiente delictivo sin poder hacer nada, amigos y padres de sus amigos.

Hay tanto estereotipo en la película, son tan poco creíbles esos personajes, que trasladan esa sensación al resto de la historia.

Son unos años en la vida del joven Carlos Robledo Puch, el ángel rubio, como lo bautizó la prensa de esos años. Años en los que, se aleja de la vida de un chico de clase media del conurbano norte, y empieza un raid delictivo que lo lleva a protagonizar, en poco tiempo, una masacre sin precedentes.

Un asesino serial que no tenía plena conciencia del mal que causaba.

Una bestia que ni siquiera sentía remordimientos.

Esa historia, que se puede consultar en los diarios de la época, en los testimonios de los que todavía lo sobreviven, y en la semblanza del propio Robledo que purga su pena de prisión perpetua, no está para nada reflejada en la película. 

Que se queda con una sucesión de anécdotas, con una relación demasiado marcada con un amigo (el personaje que hace Darín hijo) y el sobrevuelo de la homosexualidad reprimida como origen de tanta maldad.

Simplemente no logra transmitir nada de eso. No impacta, no asombra, no emociona, no hace empatía, ni siquiera podemos odiar al personaje central.

La elección del actor, el joven Ferro, no es acertada. Más allá del parecido físico, la falta de oficio para ponerse tal papel protagónico al hombro, se nota demasiado y va en desmedro de la tensión narrativa.

Parece que todo le da igual, pero en el fondo intuímos que es de verdad así.

El resto del elenco, solo Morán y Fanego hacen su trabajo con la corrección habitual, y el buen despliegue de matices, son los marginales padres de Ramón, el personaje que hace Darín Jr., que camina, sin dudas, un camino interpretativo creciente, y que aprende el oficio con una velocidad saludable.

Los rubros técnicos están bien, aunque hay una tendencia al clip, apoyados en una banda de sonido poderosa, que tienta con escenas de motos y de incendios de autos.

No es buena la película.

Ha tenido un buen recorrido en el público más joven, pero se queda a mitad de camino (o a un cuarto de camino) para los más grandes.

Una pena, porque la historia y el personajes, daban para algo mejor.

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