La Reconstrucción
La Reconstrucción
No sos vos, soy yo y quién dice que es fácil, dos con
Peretti, su preferido, y dos buenas comedias no tan comedias de Juan Taratuto.
Y es bueno Taratuto, también autor de los guiones, contando
historias.
Las historias que cuenta son historias íntimas, conmovedoras
de tan simples, pero movilizadoras por los límites que explora.
En La Reconstrucción Peretti es un salvaje. Silencioso,
sucio, viviendo incómodo en una realidad hosca, en un entorno ideal para esta
práctica de ermitaños, es ingeniero en pozos petroleros del extremo del País.
Vive solo, en condiciones espartanas, habla poco, gesticula menos.
Nos exaspera de entrada, su manera de tomar la sopa, su
cama, su falta de luz en la casa, su indiferencia al dolor ajeno, su teléfono
que suena y suena sin ser atendido. Su indiferencia del mundo.
Nos irá explicando el relato que ese deprecio debe venir de
algún lado. Nos irá mostrando que no siempre fue así, pero tardaremos toda la
película para descubrirlo.
Un amigo, quizá el único que le queda, lo llama para que
vaya a su casa en Ushuaia, vive con su mujer (Claudia Fontán, muy bien) y sus
hijas adolescentes. Necesita que le cuide el negocio mientras se hace unos
estudios.
Tiene un negocio en el centro de venta de remeras, pingüinitos
de peluche, un mundo de chucherías en el que el personaje de Peretti no encaja.
Y su amigo, (Alfredo Casero) les juega a todos una mala
pasada, y todos quedan descolocados.
Esa es la historia.
Ambientada en la Patagonia más árida, más fría, más rigurosa.
Con pocos actores, apenas 6 en los roles principales.
Tendremos que esperar las escenas finales para saber de
dónde viene tanto dolor, tanto meterse adentro, tanto rencor. Y lo sabremos en
una escena desgarradora, que se cuenta de manera magistral.
Con una excelente banda de sonido, que nos lleva a las
mejores expresiones del género intimista, una película que bien podría haber
tenido un gran recorrido en el Sundance Festival. Tanto así, que por los
paisajes, por los atuendos, por las historias de pueblo, por la música, en
algunos pasajes no es extraño que nos vayamos a algún pueblo del noreste de
Estados Unidos, a los paisajes de Frozen River y sus historias.
Un perfecto exponente del Indy argentino.
Es buena, es un tanto morosa, está muy bien actuada,
conmueve.
¿Qué más les pedimos a las películas?
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