Parkland

Parkland



En Noviembre de 2013 el mundo se sacudió con la noticia del asesinato de JF Kennedy. Terminaba con su muerte una historia de cambios radicales en cuestiones de derechos, de intentos de equilibrar poderes, de un nuevo diseño del equilibrio de poderes del mundo, que hubiera sido tan soñado como difícil de adivinar.
También terminaba Camelot, ese cuento de príncipes valientes rubios y católicos y glamorosos del que todos estaban enamorados.
Al cumplirse 50 años de ese día, se hicieron recordatorios y homenajes de todo tipo y en todo el mundo. Esta película, Parkland, se inscribe en esta lista.
Producida por Tom Hanks y Bill Paxton, se centra en esos hechos que son poco conocidos, nada habituales en los relatos, que tienen que ver con los instantes posteriores al asesinato.
Es decir, por las notas, otras películas (cómo olvidar JFK de Oliver Stone!) nos aproximamos a los días previos, los preparativos, los temas en los que JFK estaba trabajando, sus miedos, sus amenazas, sus amoríos, Jackie, pero no se había hecho un pormenorizado recuento de lo que sucedió una vez que los disparos acertaron y la limusina descapotable corrió por la calle Elm para llevar a JFK al hospital.
Y ese hospital es Parkland.
Y todo en ese hospital fue caos, desconcierto, tristeza e impotencia. Hermosa y respetuosamente contado en esta película.
No es un gran relato. Es más, es bastante mezquino de novedades, de nueva miradas, en términos generales se parece bastante a un documental (además tiene el buen tino de mezclar imágenes ficcionadas con las reales) pero es efectivo.
No hay manera de no meterse en esa tensión de los minutos posteriores.
No hay manera de no hacer fuerza sobre el pecho del presidente muerto en la camilla para hacer los masajes cardíacos que lo traigan de vuelta a la vida.
Esos detalles, las peleas con los policías de Texas por el cuerpo, el forense, la “huida” con un cajón cerrado y la odisea por escapar de ese territorio hostil y caluroso, la soledad extrema de una Jackie desolada (ya no era nadie, no tenía ni derechos ni privilegios), el desconsuelo del servicio secreto al saber que por primera vez en la historia murió su objetivo de desvelos. Está todo, y está bien contado.
Y la línea más interesante, sobre todo pensándola desde los tiempos actuales de cronistas espontáneos, de Twitter y redes sociales, es la que protagoniza Abraham Zapruder.
Zapruder estaba feliz. Le acababa de dar asueto a todo el personal de su negocio para que salgan a ver al presidente y su esposa en su caravana.
Todo era alegría.
Tanta, que decidido a inmortalizar el momento, tomó su cámara súper 8 (sofisticada para la época) y trepó a una columna para tener mejor ángulo de filmación.
No sabía, nunca imaginó, que esas imágenes serían junto creo que con las de la golpiza a Rodeny King, de las más famosas de la historia moderna.
Los balazos en cada cuadro, filmados desde un ángulo inmejorable.
Esa historia, la de su decencia, la del acoso de los medios por obtener la cinta, la del FBI y el servicio secreto y la de una vida que cambió para siempre en un instante, es de lo bueno que tiene el film, además de estar interpretado Zapruder de manera magistral por (cuándo no?) Paul Giamatti.
También es muy buena la historia que se desarrolla a partir del hermano de Lee Oswald, y el final de la película, con el paralelo entre el entierro de JFK y el del mismísimo Oswald, asesinado horas después por Jack Ruby, en un desierto cementerio de las afueras ya que ninguno quería aceptar el cuerpo, y ayudado por los ocasionales reporteros gráficos que estaban haciendo su trabajo.

Se cruzan historias menores, pero significativas, es una buena manera de contar un suceso tan contado por tantos, desde una perspectiva distinta. Es un buen logro esta película. Vale la pena a pesar de conocer de memoria los hechos. 

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