La La Land

La La Land

El alma de Minelli, Astaire y Rogers, en la pantalla


9 Butacas


A veces nos pasa que a las películas las rodean cosas, detalles, percepciones, compañías, que las hacen de alguna manera inolvidables.

Con La La Land pasaron varias de estas, la primera y muy importante es que la semana previa a verla estuve en dos lugares importantes para la película, estuve en Los Angles y además de estar en Los Angeles, hice el tour por los estudios en los que la filmaron, por lo que, en pantalla, pude ver varios de los escenarios por los que caminé unos días antes.

Pero más allá de estos detalles (pero son muy importantes a la hora de recordad las películas) La La Land es una película brillante.

Brillante porque precisamente brilla, vuelve a un género eterno, el musical, pero lo hace a la manea clásica, casi ingenua, y cuenta la historia de amor entre Sebastian y Mia (magníficos Ryan Gosling y Emma Stone) a l amanera clásica, con bailes enamorados, canciones interpretadas por ellos mismos, agregando detalles de actualidad en esa narración clásica.

Por eso es buena. Porque las historias de amor son siempre buenas, porque los conflictos son reales y eso ayuda a la tensión narrativa necesaria, porque los actores son buenos y porque no hay una sola melodía que esté de más en el relato.

Es cierto, Gosling y Stone no son Astaire y Rogers, pero lo cierto es que aquellos tampoco podían sostener una historia desde lo actoral, que si pueden hacer con creces estos, quiero decir, esos monstruos sagrados del musical de los 40 y 50 eran buenos para simular que llevaban una historia adelante entre lo que si sabían hacer bien que era bailar, estos de hoy, son actores que además pueden con el canto y el baile.

Esa diferencia, al menos para La La Land, lo es todo.

Por lo demás, los bailes están bien, las historias paralelas que se despliegan están correctas, los escenarios naturales brillas.

Un lujo de película para meterse en una atmósfera antigua, pero renovada.

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