Beirut
Beirut
Son días de villanos sudorosos, habitantes extraños de zonas devastadas y turbantes, todos, absolutamente todos, dispuestos a morir en cada discusión.
5 Butcas
Beirut se presenta como un eslabón creíble, como una historia que pudo ser verdad. Un diplomático norteamericano, carismático y brillante (John Hamm) vive una vida de aventura en plena guerra fría en Beirut con su esposa, amigos, y mucha adrenalina.
Una fatídica noche un atentado en su casa, en medio de una fiesta en la que estaban invitados todos los contactos de la embajada, termina con la vida de su esposa en circunstancias complicadas, y marca el inicio de una barranca abajo del protagonista.
Se alejará de las cuestiones diplomáticas para dedicarse a la mediación de temas sindicales, judiciales, pero a la vez incrementará su alcoholismo y su autodestrucción.
Un hecho fortuito lo pone de nuevo en la senda de su pasado. Su mejor amigo en tiempos de diplomacia, todavía encargado de las cuestiones norteamericanas en Beirut, fue secuestrado, y los captores quieren cambiarlo en una negociación difícil por un terrorista muy buscado, participante entre otros, del atentado de Munich.
Así se arma esta trama en la que al tratarse de un teatro de operaciones como Beirut, se irán alternando los malos, los violentos, y el papel de los Estados Unidos en la zona, no convenientemente criticado en el guión.
El hecho está bien contado, tiene credibilidad porque abundan las referencias históricas y de nombres y personajes, y la recreación de época (y la devastación de la ciudad) están correctas.
Le falta al relato un elenco más a la altura.
Solo John Hamm logra un personaje creíble, aunque muy limítrofe por el estereotipo del alcohólico.
Una pena, ya que el tema es abordado por estos días por varias series, por películas, y está bueno para ir construyendo ese imaginario que nos deposita en la época y en el revisionismo de la actuación de las potencias en ese escenario, pero no alcanza.
La película queda entonces a mitad de camino de muchas rutas, y no llega a nada.
Son días de villanos sudorosos, habitantes extraños de zonas devastadas y turbantes, todos, absolutamente todos, dispuestos a morir en cada discusión.
5 Butcas
Beirut se presenta como un eslabón creíble, como una historia que pudo ser verdad. Un diplomático norteamericano, carismático y brillante (John Hamm) vive una vida de aventura en plena guerra fría en Beirut con su esposa, amigos, y mucha adrenalina.
Una fatídica noche un atentado en su casa, en medio de una fiesta en la que estaban invitados todos los contactos de la embajada, termina con la vida de su esposa en circunstancias complicadas, y marca el inicio de una barranca abajo del protagonista.
Se alejará de las cuestiones diplomáticas para dedicarse a la mediación de temas sindicales, judiciales, pero a la vez incrementará su alcoholismo y su autodestrucción.
Un hecho fortuito lo pone de nuevo en la senda de su pasado. Su mejor amigo en tiempos de diplomacia, todavía encargado de las cuestiones norteamericanas en Beirut, fue secuestrado, y los captores quieren cambiarlo en una negociación difícil por un terrorista muy buscado, participante entre otros, del atentado de Munich.
Así se arma esta trama en la que al tratarse de un teatro de operaciones como Beirut, se irán alternando los malos, los violentos, y el papel de los Estados Unidos en la zona, no convenientemente criticado en el guión.
El hecho está bien contado, tiene credibilidad porque abundan las referencias históricas y de nombres y personajes, y la recreación de época (y la devastación de la ciudad) están correctas.
Le falta al relato un elenco más a la altura.
Solo John Hamm logra un personaje creíble, aunque muy limítrofe por el estereotipo del alcohólico.
Una pena, ya que el tema es abordado por estos días por varias series, por películas, y está bueno para ir construyendo ese imaginario que nos deposita en la época y en el revisionismo de la actuación de las potencias en ese escenario, pero no alcanza.
La película queda entonces a mitad de camino de muchas rutas, y no llega a nada.
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