The Dig

The Dig

La música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es quizá, el hecho estético. JLB


8 Butacas



Lo mejor de esta película es esa sutileza, ese desperezo que no se interrumpe, esa suavidad con la que está contada y fluye, sin gritos, sin estridencias, de manera sutil y delicada.

Una mujer, viuda de un coronel inglés, contrata a un excavador (arqueólogo amateur) para excavar una serie de promontorios que hay en el campo de la casa en la que vive con su hijo, en Suffolk.

Tiene una corazonada, que allí, debajo de esas extrañas pilas de tierra, hay algo.

Ella es la etérea y buena actriz (una voz intensa) Carey Mullingan, y el excavador, Basil Brown, lo compone con minuciosidad de relojero Ralph Fiennes.

Los dos harán una maravilla, se respetarán, tendrán curiosidad por conocer mas, se encariñarán con respeto, se rendirán sabiendo que nunca podrán.

Todo es así en The Dig, sugerencia, destino que no se encuentra, adversidad, clases sociales de distancia infinita.

El excavador excava, con su método no académico, excava y encuentra.

Eso es la felicidad, en ese campo, debajo de esa montaña, hay un barco enterrado, al principio todos creen que vikingo, pero el testarudo Basil cree que mucho más antiguo, cree que anglosajón, y así será.

Ni bien corre la noticia llegan los expertos. Los del museo local y sobre todo los del poderoso British Museum, que lo quieren todo. Es el mayor descubrimiento arqueológico del mundo, dicen los expertos de la gran ciudad.

Intentan correr al bueno de Brown, pero la señora no lo permite, y lo suman al equipo. Y ahí otra vez, toda la arrogancia de los ilustrados, se postra ante la intuición de Basil, que les marca el camino.

Al tratarse de una tumba, de un monumento mortuorio, tiene que decidir a quién pertenece un oficial de justicia, un forense, que al final determina que todo es para la dueña de casa.

Allí, en medio de la que sería la tumba, encuentran objetos de oro, hermosos, labrados, de valor incalculable, un tesoro.

No sigo en el detalle, pero todo será como debe ser, y los reconocimientos, aunque sean íntimos y sencillos, llegarán.

Todo estará en su lugar, la prepotencia del  museo más poderoso de la tierra, la sabiduría del que aprendió cada centímetro de su tierra de legado de su padre y su abuelo, la lenta agonía de la dueña de casa, que contempla todo desde su soledad atroz.

The dig es una película lenta, clásica, bella por donde se la mire, en la que las cosas no hacen falta decirlas, se insinúan, y lo obvio se corre para dejar paso a lo noble, a lo no dicho. Una película de matices, pero además, de matices sutiles.

La inminencia de la guerra, los aviones cruzando el cielo sobre la excavación, la incertidumbre de volver a estar en peligro que cruza a todos.

Es una belleza de film, aunque no pase nada estridente ni ruidoso, moviliza desde lo no revelado, desde lo contenido, desde la imagen y los silencios.

Un hecho estético. 



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