Luca

Luca

Colores, cambios de piel, la amistad que te ayuda a descubrir el mundo y nostalgia italiana en esta animación de Pixar no tan efectiva, pero siempre potente desde lo visual.


5 Butacas



Pixar nos ofrece siempre una paleta tan grande de elementos para elegir en cada película, que es difícil que nos defraude. Podemos saborear sus historias desde tantos planos, con tantas lecturas, que en alguno de esos planos nos toca y convence.

Luca es una historia de monstruos marinos, de seres que no son peces, que habitan las profundidades del océano trabajando con los peces, cuidándolos, pero en un estadio superior de evolución.

El personaje, un joven, es una especie de pastor de un rebaño de peces más chicos, que salen a pastar y pasear bajo su mando.

En esas salidas laborales, Luca se distrae mirando a la superficie, sabe que allí arriba hay una vida, le han contado, y cada tanto algún elemento de ese mundo cae al lecho marino para que Luca y sus amigos lo estudien con detenimiento y curiosidad.

Ese afán de conocer más, de aventura, de muchas maneras vedado por sus padres, es lo que lo lleva a nadar cerca de la costa, muy cerca, en donde tiene una revelación sorprendente, con la ayuda de otro como él, que ya conoce el mecanismo, descubre que al salir del agua se transforma en un humano, que puede vivir en el mundo seco y hablar y respirar y caminar y hacer todo lo que hacen ahí en ese lugar desonocido.

Así Luca y Alberto (su nuevo amigo) soñarán juntos, Luca irá descubriendo con las historias de Alberto (algunas levemente histriónicas y desmesuradas) cómo funciona ese mundo desconocido.

La motoneta Vespa será el motor de la aventura, ganar una carrera tradicional en el pueblo que está frente a su costa, un triatlón pueblerino que implica nadar, andar en bicicleta y comer pasta, que les dará un premio con el que se podrán comprar esa máquina sobre ruedas que los llevará a conocer el mundo sin límites y sin fronteras.

Luca es una historia de amistad, de descubrir el mundo, de amor, de ganas de superarse y de adaptabilidad.

También de homenaje al cine italiano de los años 50, tan influyente en tantos cineastas americanos.

Alberto y Luca conocerán a Giulia (homenaje a Giulietta Massina de Fellini?) una pelirroja muy enérgica, divertida, peleadora y aventurera, que pasa las vacaciones con su padre pescador y solo quiere ganar de una vez esa carrera en la que participa todo el pueblo (lo intenta todos los años pero siempre pierde), y será ella la que se ubique entre los dos amigos, que irán desarrollando una relación con ella.

Así que habrá ahí otro plano para analizar, el despertar del amor, o del conocimiento del otro, mediando una amistad.

Alberto cuenta una historia propia, de su padre y su soledad, que vamos descubriendo que no es tan simple y rosa como la cuenta, los padres de Luca saldrán también a la superficie para buscarlo y traerlo de nuevo al mar, y estará la presencia del malvado, un pagado de sí mismo Ércole, que cree que es amado por todo el pueblo y en realidad todos le temen.

Es una historia de aventura, con algún aroma a inmigración, a viaje interior, pero a la vez, nos saca de las meditaciones oníricas de Soul, y nos intenta explicar la amistad, sin la profundidad de Toy Story.

En definitiva, un divertimento, una explosión de colores, pero algo por debajo de lo que Pixar puede ofrecernos.

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