Cry macho

Cry macho

Como los jugadores de fútbol, los cantantes, los artistas en general, todos deberían tener ese don, ese saber interior y sensato que les indique cuando ya está bien. Clint no escuchó esa voz interior en esta película, que solo espero que no sea la última.


4 Butacas



Porque sería un final impropio para una carrera hermosa, llena de grandes momentos. Esa carrera que dice que un actor duro, poco dúctil, que parecía no poder salir del personaje de impávido Boogie el aceitoso, se convirtiera en un director refinado, un contador de historias para emocionarse, quizá el mejor director de biopics que dio el cine americano.

Y un musicalizador exquisito, de cuya mano exploramos el jazz como con nadie más.

A sus 91 años dirige y actúa de nuevo, pero no es una buena combinación.

Cuando hizo La mula, que es una maravillosa película, tuvo un gran guión para acompañar su talento, se movía lento, pero sus palabras, sus parlamentos tenían sentido, se podía lucir con toda su enorme presencia en la pantalla.

En Cry macho no encontramos nada de esto, el guión es previsible y Clint está demasiado grande, conmueve su andar, es indisimulable que tiene todos esos años encima. Prefiero 1000 veces los planos cortos, su cara imperturbable, su mirada de acero y su sonrisa implacable.

El personaje que compone es a su medida, un vaquero, campeón de mil rodeos, un excelente jinete que ganó todo hasta que una mala caída lo deja afuera de los premios y la fama y lo trae torcido, lo envuelve en pastillas para los dolores, alcohol y malas decisiones, que lo terminan dejando solo con sus recuerdos.

El dueño del rancho para el que trabajó toda lo echa, ya no lo quiere en el campo, y a la semana va a su casa a pedirle que vaya a Mexico y secuestre a su hijo, adolescente, que vive con su madre mexicana y millonaria.

Todo lo que va a vivir con ese chico, la aventura que emprenden, es la clave y el núcleo de una trama que es previsible y no tiene un guión a la altura de semejante ícono.

Lo rescatable, algunos pasajes de fotografía y música, atardeceres, llanuras y pasturas cruzadas por una camioneta que devora caminos. Poco para una historia que debería acompañar pero no lo hace.

Hay un director portugués, Manoel de Oliveira, que vivió hasta los 106 años, que filmaba mucho más lento que Clint, y estrenó hasta un par de años antes de morir. Si nos guiamos por ese capricho, lo bueno es que le quedan unas 10 películas todavía por regalarnos, y esta pasará al olvido.

Ojalá así sea, su despedida tiene que estar a tono con una vida de artista completo, sensible y arriesgado. 

Comentarios

Entradas populares