El año de la furia

El año de la furia

Contar desde lo íntimo una historia colectiva, dolorosa, tan inabarcable y compleja como son esas historias que meten a los países en pesadillas de autoritarismo y locura.


8 Butacas



Esta es una película íntima, aunque todo indicaría que vamos a ver una revisión de la historia, un repaso de acontecimientos que hoy, unos 4o y pico de años después, están más calmos, más serenos, y la sociedad que los protagonizó puede revisarlos.

Es Uruguay de 1973, es el inicio de la dictadura más larga de la región, aquella en la que todos los países vecinos caímos, la de la doctrina de la seguridad nacional y la lucha contra el insurgente, la de los militares entrenados en West Point.

La historia se centra en dos guionistas de TV, que hacen un programa semanal de comedia, de chistes, como los queridos Hupumorpo, que intentan desde el humor hacer más llevadera la vida de la gente, permitiéndose parodiar y decir cosas que de otra manera no podrían.

Ese dúo creativo es el centro, pero no es el eje de la historia, nos sirven como bisagras, tienen mundos relacionados y a la vez distintos, y vamos descubriendo de su mano, de sus miedos, de sus relaciones, la complejidad de lo que se viene sobre el País.

La izquierda, en este caso los Tupamaros, va a ser combatida con todo lo que tienen a mano las Fuerzas Armadas, y eso, que se irá descubriendo de a poco, será el eje narrativo de la película.

Si bien la mayoría de los actores son españoles, hay un gran trabajo de todos ellos (menos Maribel Verdú que es ostensiblemente española en la película) para de alguna manera hablar a la uruguaya, andar y moverse con esa parsimonia y economía de movimientos que les son tan característicos, y tiene puntos muy altos de actuación.

Joaquín Furriel es, dentro de ese dúo de guionistas, el que se dedica a escribir libros, novelas, un buen escritor que jugó en el límite y se lo hicieron saber, unos 8 días preso para meterle en el cuerpo el miedo y con el miedo la censura y la desesperanza. Furriel es un actor de un despliegue de recursos increíbles, y en esta película nos entrega un personaje bien complejo, un marginal, que anda por los bordes, fumador y bebedor, quizá como única vía de escape de una realidad que lo agobia, es uruguayo hasta la médula, no se piensa en otro lugar, y mucho menos haciendo otra cosa que escribir, pero eso parecería ser imposible en el País que se viene.

Su socio de guiones es Alberto Ammann, que es un rostro conocido en la región, que ya trabajó en Argentina, y que logra un personajes de gran profundidad, un escritor que coquetea con entrar en la organización, porque sabe que lo que viene es horrible, que cree que hay que luchar pero que no se atreve, se convence que debe hacerlo desde lo que sabe hacer que es escribir.

Y de su mano, se abre un grupo de personas con las que se va a relacionar, en la pensión en la que vive y conforman una familia, y a través de su mano nos vamos a meter en descubrir cómo la flamante dictadura los atraviesa, los paraliza, y les mata a los más queridos.

Una historia en particular, la de una prostituta que vive en la pensión (Martina Guzmán, que su tono de voz y modismos son siempre muy parecidos) y un militar torturador, un excelente trabajo de Daniel Grao, un actor español que vemos muy a menudo en la pantalla ibérica, y que aquí compone un militar "el tanguero" de una profundidad y rasgos emocionantes.

Todo es tristeza, todas son preguntas que no encuentran respuesta en esta historia que se va haciendo de a pequeños retazos, como si fuera una manta de esa que se van añadiendo partes para formar el todo.

Buenas trabajos interpretativos, una recreación de la Montevideo de comienzo de los 70 impecable, buenas actuaciones y una ejemplar dirección, con economía de planos pero con una fotografía y una iluminación sensacionales, completan un cuadro técnico a la altura de una historia bien contada.

Conmueve, nos interpela, nos deja esas preguntas de por qué nosotros no podemos hacer películas con ese nivel de distancia para contar la historia.

La paradoja de que varios de los personajes vayan a buscar paz a Buenos Aires, que en esos años estaba tan o más convulsionada que Uruguay no deja de ser una paradoja rioplatense.



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