Fue la mano de Dios

Fue la mano de Dios

Cuánta belleza! Qué director complejo, brutal y profundamente italiano que es Paolo Sorrentino que se anima a contarnos parte de su vida, una parte muy importante, en esta película completa.


9 butacas



No se por dónde empezar para hablar de esta obra de arte. Por lo italiano otra vez? Por esas escenas con esos personajes entrañables y expansivos, bizarros y tiernos que pueblan esas comilonas abajo del árbol, tan típicos de Fellini y ahora patrimonio de Sorrentino? O por Maradona? O por la etapa de la vida en la que hay que decidir qué se va a hacer el resto que queda por vivir y todo lo que influye esta decisión?

Puedo empezar por cualquiera de estos puntos que describen a la película y por cualquiera estaría bien.

Sorrentino hace su película más personal, cuenta su vida en Nápoles (más de la mitad de sus camino) y a partir de esos recuerdos de adolescencia, nos pinta como Fellini en Il Vitelloni, un mundo hecho de personajes increíbles y mucho amor.

Son esos días en los que los padres lo son todo, la mamá bromista, el papá bancario y enamorado (de su madre y una amante) su hermano mayor y su hermana menor que nunca sale del baño.

Son caricaturas exageradas pero reconocibles en cualquiera de nuestras casas pobladas todavía de inmigrantes, de tíos y tías personajes, de costumbres que nos son tan conocidas.

Es Nápoles, son los '80, y toda la ciudad vibra ante la posible venida de Maradona al club. Toda la ansiedad por tenerlo, por reventarles de bronca a los italianos del norte, la chance cierta de enrostrarles tantas cosas, se palpita en esas calles que lo esperan con ansiedad y con bullicio.

Hay un aire de Roma, la película de Cuarón de hace unos años, por la pintura de familia, de recuerdo y de aldea.

Pero en esta con la exageración propia del italiano y con el espíritu de ópera, de tragedia a punto de explotar que también son parte de esa narrativa.

Sorrentino nos cuenta cómo vivió esa adolescencia, cómo pasó de no saber qué hacer a saber que quería contar historias, cómo se fue armando esa personalidad alrededor de ciertas influencias y las historias que lo rodeaban.

La película tiene, como todas las del director, un potencial visual y una belleza que desbordan la pantalla, es muy difícil ser indiferentes ate tanta belleza.

La vida con sus padres, los siempre sólidos Toni Servillo (el de La grande bellezza) y Teresa Saponangelo, y esas escenas tiernas y desopilantes (la de la cena familiar en la que le preguntan al padre por qué no pueden comprar un televisor con control remoto para dejar la caña con la que cambian los canales, y la respuesta del padre "porque somos comunistas") de esa intimidad que es de golpe interrumpida, son un punto altísimo del relato.

Como también lo son las historias de los parientes, muy cercanos en esa infancia, a los que vemos asomar en comilonas compartidas, pero que cada uno irá contando de dónde viene para completar un cuadro perfecto y pueblerino.

Hay dos mujeres en el relato que son de importancia capital para la historia, y están retratadas de manera impecable, una es la tía del personaje central, Patrizia (Luisa Ranieri) que es una típica belleza sexual italiana, que es el desvelo de todos sus parientes, y la otra es la Baronesa Focale, vecina del piso de arriba de la casa de sus padres, que será clave en ese despegue del protagonista de su vida de joven a adulto.

La anécdota el título, se podría resumir en que ese jugador, el venerado por los napolitanos, el revolucionario del fútbol, le salvó la vida al director, y es verdad, como se relata, porque de no ser por él, otro hubiera sido su destino.

Es una película hecha de recuerdos, de olores, de ruidos, de personajes increíbles y de una belleza fílmica como pocas veces vemos.

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