Oppenheimer

Oppenheimer

Nolan nos cuenta, con su maestría intacta, la vida del padre de la bomba atómica, el Prometeo, y lo hace con una película larga que nos desafía todo el tiempo.


9 Butacas



Nos desfía en varios planos, el primero es el de la ética, o algo que se le parece, porque nos atrapa con la historia de este científico reconocido, un matemático académico que se convierte en un líder inesperado, cuando le encargan (con billetera abierta) que se ponga al hombro la creación de esta máquina aniquiladora.

Claro, se justfica, la están desarrollando también los Nazis, también los rusos, entonces si ellos la llegan a tener antes la usarán contra nosotros. Así es la guerra.

Pero Oppie (como lo llaman) interpretado con solvencia por Cillian Murphy, parece abstraerse de todo ese peso, quiere consagrarse como científico, no los para a tiempo (a los militares, a los políticos) y termina construyendo algo que sabe que va a hacer daño.

Un daño controlado, dirán a su alrededor, matar mucho de golpe para salvar vidas de americanos, cuya batalla e Japón hubiera sido terrible para Estados Unidos, según calculan a su alrededor.

El personajes es interesante y la película lo refleja en toda su dimensión, su carrera académica, los otros científicos con los que se cruza en la vida, de quienes aprende y a quiénese deja libres para crear, la relación con nada menos que Albert Einstein.

Pero también se mete en los otros aspectos de su personalidad compleja, su compulsión por los amoríos, su ego, su desprolijdad con los que quiere, sus cavilaciones morales por lo que está llevando adelante.

Es decir, nos mete de lleno en lo que le pasa a la persona, más que al científico, con eso que está creando.

Su dilema hasta político, se remarca mucho que Oppie es activo en la época en la que el comunismo no era una mala palabra en Estados Unidos, no era el fantasma rojo, lo mismo que las alianzas que el País hace para ganar la guerra con la URSS sin ir más lejos.

Se mezclan todas esas cosas en esta película monumental, pero de manera tan increíblmente desarrolladas, que podemos convivir hasta con los distintos planos temporales que nos plantea la narración.

Hay una especie de juicio que le hacen, una audiencia del senado a un personaje influyente (interpretado por Robert D JR) que es el impulsor de esa audiencia difamatoria contra Oppie, el plano del desarrollo del artefacto, su pasado como profesor con coqueteo con la izquierda, sus enamoramientos, el costado familiar muy devaluado, su proceso interno en todas estas instancias.

Es muy hábil Nolan para estas mezclas temporales, y además están los dos planos que mejor maneja, la imagen y el sonido.

El diseño de ambas esferas es clásico y de gran factura, esas tomas de inmensidad de Los Alamos en Nuevo México (adonde construirán la base de peraciones y de construcción de las bombas) las explosiones monumentales, las de verdad y las que están en la imaginación del científico. Y por otro lado esa música en loops que tanto identifican su cine, tan precisa, tan estimulante.

Vuelvo sobre el tema, nos hace aractivo a un científico que construyó la bomba atómica, eso es arte, no puede hacerlo cualquiera.

El cine de Nolan es un cine total, inmersivo, de sentidos.

Son un poco más de tres horas, tampoco esto nos asombra, se disfrutan, pero son pocos los que pueden atreverse.

En definitiva, un cine total, que puede hasta prescindir de una gran historia. EN este caso la histora está, pero hay altas chances de que no nos guste.


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