Priscilla

Priscilla

Con el Elvis de Buhrman muy freco todavía, Sofía Coppola nos trae la historia de Priscila, importante en la vida del astro, pero extraña cuando la vemos contada a partir de un libro y la producción ejecutiva de la propia protagonista.



6 Butacas




Coppola sabe filmar, sabe de climas, de silencios, de planos amplios, de colores y de intimidad, y está bien el abordaje que hace de esa historia de amor extraña que protagonizan Elvis Presley y Priscila Beaulieu, que arranca cuando ella tenía solo 14 años y él 24.

El relato, basado en el libro de la propia protagonista, arranca en 1959 en Alemania, adonde Elvis fue alistado para formar parte de las tropas americanas de la post guerra y Priscilla, hija de otro militar, está viviendo allí con su familia.

Elvis acababa de perder a su mamá, está rodeado pero solo, le gustan las mujeres más jovenes (se sorprende que ella sea tan joven) y cuando se la presentan "le gusta charlar con chicas americanas", se enamora de su belleza y su recato, de su juventud y su cuidado.

No es fácil el arranque, ella es demasiado joven, pero se las arreglan (Elvis es un caballero a la antigua) para que sus padres conscientan que viaje y se instale en Graceland, la famosa mansión muy concurrida del Rey en Memphis.

La película es morosa, todo el tiempo transcurre lento, parsimonioso, y es bueno haber visto el año pasado Elvis, porque el punto de vista de Priscilla es diamentralmente opuesto a esa locura y ese vértigo que nos mostraba Luhrman en su versión.

Ella es el refugio, el lugar adonde Elvis vuelve después de cada película, de cada gira, de cada ausencia.

En esos tiempos Priscilla es una prisionera de lujo en la mansión, está acotada, por su propia juventud extrema, y por los cuidados que hay que tener para vivir ahí, una casa permanentemente asediada por los fanaticos.

El coronel, que no aparece en la película (ya lo hizo Hanks debe haber pensado Coppola) también limita su vida al lado de la mina de oro, no quiere que se sepa que está con ella, simplemente porque alimenta la idea de estar con todas.

Elvis acá es un tipo mucho más raro de lo que vimos antes, es demasiado dependiente de todo tipo de medicamentos desde muy joven, tiene arranques de ira y descontrol, abraza religiones y nuevas drogas como manera de cultivarse, de elevarse, de ser algo más que un cantante y un actor mediocre, y esas actitudes incluyen a Priscilla, una manipulación exasperante.

No tienen sexo, se limita a respetarla, hasta que se casan (ella vive en su casa y duerme en su cama) y cuando finalmente lo hacen, Priscilla queda embarazada.

Las vidas de ambos se irán distanciando, Elvis y sus famosos recitales en Las Vegas, ella más independizada de su atadura, hasta que decide irse de esa vida.

Entendemos que al tenerla como autora y como productora, hay bastante de verdad en eso que describe.

Una vida puertas adentro, semanas de paréntesis entre sus actividades, en las que podía pasar días enteros dentro de su cuarto.

Es una película muy íntima, no siempre atractiva, que tiene alguna particularidad interesante, no hay canciones del protagonista, las músicas siempre son otros interpretes, como si para Priscilla, eso no fuera lo que importaba.


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