Parthenope

Las películas de Paolo Sorrentino siempre son un impacto visual, una trompada de color y de cadencia, un torrente de sensaciones que se encolumnan detrás de lo bello, lo antiguo en contraposición con lo moderno, la música y Roma o Nápoles.


8 Butacas



La mano de Dios, La grande belleza o Youth son tres buenos ejemplos de esas delicadas tramas, de esos arrebatos de color y de nostalgia y de ruinas, en las cuales no siempre estaba clara la historia que corría detrás, aunque al final la terminamos viendo y apreciando.

Pero sobre todo es un creador que cuenta más que dice, que muestra y que a partir de allí nos deja el trabajo de construir una historia.

Parthenope es el nombre de una una sirena de la mitología griega, y si, lo primero que vamos a ver es a esa sirena, a esa ilusión de la mujer perfecta salir del agua, de las aguas calmas y transparentes de una costa napolitana.

Tiene 18 años, sale del agua fumando y rompe la pantalla con su belleza y también con su inocencia aparente. Es escultural y es intelectualmente insaciable veremos a medida que avance la película (ella es Celeste Dalla Porta). Recién parece haberse enterado de lo que produce en todos los que la ven, hombres y mujeres, pero parecería que no sabe cómo explotarlo a su favor. 

Sorrentino parece preguntarse si con la belleza alcanza para lograr cosas en la vida, es sin dudas una tremenda pregunta, porque no nos preguntamos a veces por ese misterio, el que es bello no consigue más cosas y más rápido?

Belleza, juventud, libertad, tres temas recurrentes en su obra, acá explotan todos juntos en las primeras imágenes.

En medio de ese recorrido, que la protagonista va haciendo mientras prueba cosas (una de esas pruebas es convertirse en una muy inteligente antropóloga) se topa en un hotel con el escritor estadounidense John Cheever, interpretado con elegancia y languidez por un increíble Gary Oldman, que será el único hombre con el que se cruce que no quiera devorarla o aprovecharse de ella, producto de su timidez y homosexualidad reprimida.

Hay como siempre en su obra una profunda reflexión acerca de esa ciudad que lo atrae tanto, esa Nápoles mezcla de tantas cosas que está siempre tironeándose entre las ruinas y la modernidad.

Sorrentino es Fellini, y me banco esa comparación, es el Fellini de estos años, sobre todo en la simbología de la mujer en estas historias, la reflexión sobre la juventud, la belleza y el vacío.

Ahora bien, no esperen un argumento lineal, nada lo será, es imagen y es color y es textura mientras Parthenope se hace adulta, viviendo situaciones en soledad, tomando decisiones sobre su vida influida por lo que el corazón o la cabeza le dicen, pero sin reparar en formas y guías de ninguna naturaleza.

Es raro el cine de Sorrentino, pero es tan hermoso que nos atrapa.

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