Chloé


Chloe

Atom Egoyan es un director fuerte. Es egipcio, cada una de sus películas deja una marca, es incómoda, tiene atmósfera y burla lo que uno supone que va a venir.

Chloe no es la excepción.

Un bella, bellísima Amanda Seyfried, por estos días de moda en USA, dueña de unos ojos saltones, como se le van a salir de las órbitas, y unos estupendos labios, compone a una prostituta que al principio parece tierna, capaz de enamorar de una vez a alguno de sus ocasionales clientes, y empezar de una vez una nueva vida.

La pareja que componen Julianne Moore y Liam Neeson es una de esas parejas que tanto intenta mostrarnos Hollywood, ricos, profesionales, llenos de amigos y de historias.

Ella, ginecóloga prestigios, envejece más rápido que su marido (les suena?) profesor de música, y en ese crecer desparejo empieza a hacerle ruido la galantería constante de su marido para con mujeres más jóvenes, más lindas, más sexies que ella (cualquier mujer es más sexie que Julianne Moore, acá Atom no la pegó).

Tanto le preocupa, que cree que el bueno de Neeson se la pasa seduciendo mujeres, que es todo lo que hace. Y empieza a obsesionarse.

Hasta que mirando por la ventana de su consultorio, la ve a ella, a Chloe, que va y viene del hotel que queda enfrente suyo, saliendo con tipos bien vestidos, ejecutivos, hombres de negocio, como su marido.

La aborda, la contrata, quiere que lo seduzca a él, nada menos.

A partir de ese momento la historia gana en intensidad.

Vendrán momentos muy intensos en los cuales la bella Chloe le cuenta con detalles todo lo que su marido es capaz de hacerle a otras mujeres. Detalles que empiezan a trastornarla, a enloquecerla.

Esa curiosidad que dicen mata al gato termina envolviéndola en una trama extraña, que le es ajena, que la distrae de su vida, pero que a la vez la atrae con la fuerza de la que ya no se creía capaz.

Escuchar el engaño con detalles, desde adentro y en primera persona, no puede hacerle bien a nadie. Y menos a la Moore, que terminará enredándose con Chloe y confundiéndolo todo.

Nada es lo que parece en esta historia, y confiar todo a una prostituta no va a terminar siendo un buen negocio para la pecosa esposa confundida.

Neeson es sólido, dueño de un porte y una prestancia en cámara que son de las pocas que hay en la pantalla. Además es un galán de los maduros, todavía con capacidad para componer estos personajes que enamoran, son bien simples y dejan lugar a dudas.

La película tiene un exceso de ojos rojos. Una retórica muy de mujeres que por momentos distrae.

Hay buena banda de sonido, muy suave, casi como el amor entre estas dos mujeres, que vana componer una coreografía sexual en una escena muy jugada para una actriz de la carrera de la Moore, pero bien por atreverse.

Como pasa a menudo, la tortura psicológica termina mal, con un final demasiado obvio.

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