A single man


A single man

Difícil desafío lleva a la pantalla la muy buena novela de Christopher Isherwood, llena de climas, de cuestiones muy internas que van creando una atmósfera opresiva y romántica a la vez.

Una interpretación sobresaliente de Colin Firth, n actor que está para grandes relatos, después de haberse probado también con solvencia en la comedia (en la que invariablemente interpreta a ingleses sobreactuados y afectados) y en la línea de los infantiles.

Un comienzo impactante, unas imágenes fuertes de un accidente de auto en una carretera nevada y unos pasos que se acercan. Es el protagonista, George, que se acuesta al lado de su amado, lo besa y lo despide.

Con algunas claras reminiscencias a la película Las Horas, aquella con Julianne Moore, Meryl Streep y Nicole Kidman, con una banda de sonido muy similar y una impecable ambientación, nos lleva al año 1962 en California, a la vida de la clase media acomodada y adentro de la pulcra casa del profesor George, que vive que su pareja, el bello Jim.

Mucho para una sociedad que empieza a latir al ritmo de los miedos, los miedos que paralizan y que van a atravesar toda esa época hasta explotar en Woodstock y a finales de esa misma década.

Los miedos a las minorías, a todo lo que fuera distinto, y sobre todo a la amenaza comunista, que los hizo cambiar de romas y de rutinas.

En ese clima, la película es un recorrido por los días que pasan desde la muerte de Jim, el sufrimiento interno de un hombre que ha vivido 16 años con otro hombre y no puede acostumbrarse a lo que viene en esa sociedad, no puede hacerle frente si su amor.

Y en ese recorrido, nos metemos casi sin darnos cuenta en la cabeza, a punto de explotar, del protagonista. Viviendo sus temores, sus angustias, traducidas en agitación al respirar y sus fastidios cotidianos.

Hay un enorme tratamiento de los colores en la pantalla, pasando de los sepias y marrones en los momentos de angustia y soledad, a los momentos brillantes de los rojos de los labios en los pocos pasajes de pasión contenida que tiene George al cruzarse con potenciales amantes.

La época está muy bien narrada.

Y es superior la interpretación de todo el día en el cual George prepara meticulosamente su muerte, hasta ensaya la manera en la que se va a quitar la vida con un cuidado y pulcro disparo.

Hasta que parece un bello ángel de ojos azules, un alumno que lo incomoda con su belleza y sus preguntas y con el que se va a animar a vivir una noche de placer después de tanto sufrir.

Lo hace, se va a nadar al mar de noche y desnudos ante la sola insinuación del joven y cuando vuelve (después de una fina ironía, cuando mojados y fríos como están el joven le dice que se cambie la ropa y George le dice, soy inglés, nos gusta tener frío y estar siempre húmedos) deja de lado todo lo que había planeado y se reconcilia con la idea de seguir viviendo.

Se le ilumina la mirada y la sonrisa al ver a su púber recién conquistado en el sofá dormido y cuando vuelve a su cama para descansar lo sorprende algo inesperado.

Julianne Moore e un papel que la vimos interpretar mil veces, el de la esposa patética del pelo batido y que fuma todo el tiempo. A mi me cansó.

Firth es para seguir mirando, un actor con cada vez más recursos. Ganó con esta película el premio al mejor actor en Venecia.

Dura poco, apenas una hora y media, lo que la convierte en una buena opción.

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