Rabbit hole


Rabbit hole

Dudé mucho antes de ponerme a ver esta película. Uno sabe de qué va por los títulos de los críticos, por los diarios, por los reportajes, y todo lo que dicen es perturbador. Nadie quiere enfrentarse a una historia en la que sabemos de antemano que veremos cómo una pareja joven se las ve con la vida después de que su hijo de 4 años, muere en un accidente.

Demasiada carga previa como para sentarse a verla sin levantar la guardia.

Pero Rabbit hole (agujero del conejo o conejera o el lugar adonde dormía Bugs Bunny) sorprende, no tira ni un solo golpe bajo y trabaja con la ironía, con el paso del tiempo, con las situaciones límite, sin tener que apelar a imágenes que desarmen por lo duras o lacrimógenas.

Es un sólido trabajo de Nicole Kidman, a la que el botox borró algunas de sus más bellas expresiones, pero en la que subyace una buena técnica para el drama y la ironía.

Ella y el cada vez más sólido Aaron Eckhart serán la pareja que sufre la muerte su hijo y veremos a través de sus vidas cómo se las arreglan para no morirse de pena y seguir viviendo.

Pasaremos por todas las dudas, la búsqueda de un nuevo bebé, el retomar del camino del sexo entre ambos, los grupos de ayuda, las distancias, las culpas que se echarán mutuamente, los apoyos, la noticia de un embarazo de alguien cercano, el doloroso desarmado de la habitación del chico.

Todo se irá dando suavemente, sin sobresaltos y sin apelaciones a la sensiblería.

No quiero decir con esto que se edulcora el dolor, quiero decir que está bien tratado todo el tema.

Ella no permitirá que sea la fe la que la ayude, él no sabrá cómo convencerla, intentará todo lo que ella proponga, y parecerá que nada los puede salvar de la disolución del matrimonio.

Pero algo va a pasar, nada estridente, pero contundente.

En el medio de esos intentos, de esas búsquedas, se desarrollará un inquietante vínculo entre Kidman y un chico, que luego sabremos que es el que manejaba el auto que mató a su hijo.

Todo será inquietante, pero todo a la vez se irá desarrollando sin aristas.

Es una buena película, menor en despliegue, íntima, bien actuada y con un guión en el que todas las sensaciones que a priori podemos tener sobre un tema tan complejo, se verán expresadas.

Párrafo aparte para Dianne Wiest, creíble como siempre, madura desde aquella hermosa hermana de Hannah en Hannah y sus hermanas de Woody Allen, acá aportando el equilibrio con Nicole, al ser ella también madre que perdió a un hijo.

Una maravilla de interpretación.

En definitiva, buen relato, que descansa en la idea central de que el amor es lo que salva, en definitiva, a la familia. Lo ponen a prueba varias veces en la película, habrá que ser fuertes para no perder el rumbo.

Ese dolor de la pérdida estará presente todo el tiempo, tironeando con la esperanza de encontrar un camino, será difícil, vendrá por el lugar menos esperado.

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