Medianeras


Medianeras

Es el amor en los tiempos de la conectividad y de la soledad. Es la poesía de Buenos Aires, son sus calles, son sus malosentendidos, son sus músicas que casi ni se oyen.

Son los seres que tenemos cerca, tan cerca nuestro, en el trabajo, en la facultad, en el club, en la cancha, en el teatro. Veintilargos? Treintaycortos? Allí están retratados, con sus fobias, sus miedos, sus osadías, sus estudios que no sirven par ser felices y sus ganas de serlo.

Cómo encontrar a Wally entre tanta gente, cómo encontrarlo si ni siquiera sé cómo es el Wally para mí? Se pregunta Mariana (bellísima Pilar López Ayala) mientras Martín (Javier Drolas) trata de no hacerse la misma pregunta y se hunde en una relación con una paseadora de perros.

Historias pequeñas, actuales, sensibles, ambientadas en una Buenos Aires más hostil y desordenada que lo habitual, pero bella y poética como los protagonistas.

Los dos, a su tiempo, abrirán ventanas en sus medianeras de edificios, cagándose en los códigos y permitiendo que entren rayos de luz a sus vidas. Los dos emprenderán, a su manera y con sus tiempos, el camino que los lleve a encontrarse, sin saberlo, irán dejando migas, se verán sin verse, se seducirán sin conocerse hasta que, irremediablemente se produzca el encuentro.

Si está película hubiera sido filmada con poca plata por una productora independiente de Estados Unidos y hubiera ganado el Sundance, estaríamos elogiando su estructura y su narrativa.

Gustavo Taretto es el director, hasta hoy solo había hecho cortometrajes, y esa gimnasia ayuda para que a la película no le sobre nada. Y lo digo en serio. Incluso en aquellos pasajes en los cuales la acción es (película argenta al fin) más morosa y distraída.

Las dos actuaciones centrales (hay cameos o pequeñas apariciones de Carla Peterson, Inés Efron y hasta Jorge Lanata haciendo de traumatólogo, faso en mano) son muy buenas. Y no me quedo corto, son de una simpleza y profundidad que llaman la atención.

Pilar López de Ayala es una sorpresa grata, y más sorpresa es comprobar su ciudadanía, es española y compone a una argentina tan pero tan creíble que da envidia. Además de ser hermosa por todos lados.

Una noche, un trago, la luz apagada, ganas de ver historias de gentes, de entrecerrar los ojos para escuchar un buen diálogo, eso y nada más es lo que se necesita para entrarle a Medianeras.

Un poco más de hora y media! Y puedo asegurar que dan ganas de un poquito más, lo que hoy en día no es poca cosa.

Decía al comienzo cuántas veces al día nos cruzamos con Mariana y con Martín, los conocemos, los escuchamos, los adivinamos a veces, pero pocas veces nos vamos con ellos a sus casas, a sus horas muertas, a sus ganas de conocer a alguien con quien compartir cosas, a alguien normal.

Pocas veces nos asomamos a esos días de departamento vacío, de pocas cosas en la heladera y ropa colgada en sillas.

Medianeras nos pone cerca para que espiemos sus vidas, para que los escuchemos en la soledad y sepamos qué les pasa.

Una última mención a los diálogos, que en realidad son pocos, y a las narraciones en off que se van alternando para ir contándonos los estados de ánimo.

Vale la pena. No esperen grandes cosas, sino lo íntimo.

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