Pájaros volando


Pájaros volando

Bizarra, absurda, poblada de actores y cameos que se ajustan a ambos adjetivos de manera perfecta, Pájaros volando, película de Néstor Montalbano, se puede leer desde la lógica del éxito televisivo de los personajes de Diego Capusotto, pero aún así, con todo este prolegómeno que puede predisponernos muy mal con la película, intenta cosas.

El tema es que hay que verla sabiendo de antemano qué es lo que vamos a encontrar, y en ese sentido, es un ejercicio laborioso.

Cuando un personaje marca tanto, y de manera tan fuerte, la lógica de sus apariciones, tanto televisivas como en este caso, cinematográficas, es muy difícil salirse de ese latido a la hora de evaluar un trabajo.

En ese sentido es un gran esfuerzo el que hace Capusotto en la primera media hora del filme, para tratar de entregarnos un personaje más elaborado, menos explosivo que sus caricaturas. Y no lo hace mal. Lo hace tan bien, que tenemos la duda de qué es lo que estamos viendo. Hasta que estalla su muñeco y todo se encausa.

Cuál es la sorpresa del relato? Si decimos que todo es como pensamos de antemano. La sorpresa es una historia y algunos efectos especiales.

Igual no alcanza.

Luis Luque compone al primo de Capusotto. Es enorme el Luis Luque de hoy. Una sombra del que vimos en Tiempo de valientes, o alguna de sus buenas creaciones.

Acá hay solo caricatura en los personajes.

Están, Atilio Pozobón, Verónica LLinás, Alejandra Flechner y hasta el Ruso Verea y Miguel Zavaleta y Miguel Cantilo, como para darnos una buena idea de lo que quiero decir cuando digo bizarro (recordemos el gran trabajo de Luis Aguilé en Soy tu aventura).

Víctor Hugo Morales hace las veces de un narrador eclesiástico o cósmico, que nos da la posta del universo, y nada menos que Antonio Cafiero, nos dice, desde su papel como dueño de una empresas de colectivos de larga distancia, adónde queda Las Pircas, el mítico paraje de destino incierto, un Bolsón moderno cargado de hippies y desclasados, adonde las abudcciones están a la orden del día.

Hay un gran, un enorme homenaje al gran Juan Carlos Mesa.

Quizá esos minutos de Mesa en la película, justifiquen que se tomen unos minutos para verla.

No mucho más que eso.

Si una comedia vale por las carcajadas que produce y la evaluáramos con un carcajómetro, por decir algo, en esta estamos mal. Solo a almas bizarras, amantes del género, les puede arrancar más de una o dos.

El dato es el guión. Tiene vuelo. Y uno de sus responsable, también actor en la película, es un tipo al que hay que seguir de cerca: Damián Dreizik

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