Ruby Sparks


Ruby Sparks

El proceso creativo, la hoja en blanco toda perfecta ya dispuesta en la máquina de escribir, los desafíos del que, para todos nosotros crea una historia memorable.
Todo está en juego en esta hermosa película, no en vano dirigida por el mismo director de Little Miss Sunshine.
Quizá por eso Paul Dano, quizá por eso los climas, quizá por eso la historia basada en un guión sólido y bien narrado.
Paul Dano es Calvin, un escritor joven, que hizo una gran primer novela y que ahora enfrenta a todo lo que hacer una primera gran novela entraña, las entrevistas, los que lo tratan de genio, los que esperan su segundo gran trabajo que quizá no llegue nunca, los que quieren llevar al cine su primera gran novela y los que, de una u otra manera se acercan al monstruo de la literatura. Sea para adularlo, para preguntarle cosas o para seducirlo.
Pero Calvin no es muy sociable, da vueltas con su psicólogo por todos los temas que trae en su mochila, carga con un hermano que le reclama que con su vida tiene que tener vinculaciones con otra gente, conocer chicas, vivir con algo más de vértigo. Una madre (Annette Benning hermosa) que, al enviudar, deja de lado toda la formalidad con la que vivía y se muda con un artista callejero (increíble Antonio Banderas) y un cócktail demasiado complejo para la atormentada realidad del escritor sin desafíos.
Hasta que un día, después de un sueño, un mágico momento lleva del papel, de los sueños, de la fantasía, a la vida real, a la chica más hermosa, sexy, inteligente y tierna que la imaginación puede crear para compartir su vida.
Y esa virtualidad, que lo atormenta, pero que a la vez lo hace explotar de creatividad, al punto de mandarse de un saque casi todos los capítulos de su nueva novela, que la tiene a Ruby, claro, como centro de toda la historia.
Ruby vive mansa en la imaginación del escritor enamorado, hasta que un día, sin que medie nada lógico en el medio, se materializa de manera virtuosa, haciendo el milagro de la vida y tornando todo en pasión, en comprensión, en aventura.
Calvin, cuya vida social es un desastre, de pronto tiene quién lo entienda, quien lo quiera, quién le cocine lo que le gusta, quien lo espera, y quien lo hace vibrar entre las sábanas.
No se lo cree, pero resulta que los que están a su alrededor ahora la ven. Ruby está ahí, y todos son testigos.
Guarda el manuscrito que le dio vida, lo pone bajo llave con las esperanza de no tener que recurrir a él nunca. En definitiva, lo que Calvin escribe en esas hojas en blanco, se ve reflejado en las características de carácter, de comportamiento de Ruby en la vida real. Si Calvin dice que Ruby habla francés, de inmediato se escucha en su cocina un francés perfecto, si dice que se desconsuela llora toda la tarde, si dice que se llena de felicidad, reirá y reirá todo el tiempo.
Ya no puede ajustarla, se lo tiene que decir, ya pasó demasiado entre ellos como para seguir guardando ese secreto duro.
Y cuando lo hace, el desenlace será duro, pero poderoso.
Terminará su libro, en definitiva todo fue parte de ese proceso creativo, ese mundo interior del escritor, tan fabuloso como su mente y su capacidad y sus recuerdos y su ficción pueden y dejan que sea.
Escribirá su libro, será un nuevo suceso, quedará vacío nuevamente por haberlo dejado todo y una tarde, paseando a su perro, verá a alguien en el parque, leyendo su libro, con la misma sonrisa de Ruby, y sabrá que solo se había anticipado a todo.
Excelente.

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