Clear History


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Es una película para televisión, que fue a DVD, y se nota.

No es que no tenga profundidad en el relato, muy por el contrario, pero tiene una frescura que hace que uno sospeche que no fue pensada para el cine.

Un señor, un tanto cabrón, muy enamorado de sus ideas y sus razonamientos y sus convicciones, es el compañero de ruta de un innovador en la industria automotriz, una pequeña empresa que está a punto de fabricar en serie un auto totalmente eléctrico.

El día del anuncio, todo funciona, todo es entusiasmo, menos en nuestro protagonista, que se disgusta por una tontería, por el nombre del auto.

Entonces, cabrón hasta en último segundo (cuánta gente conocemos así) le dice al dueño que se baja, que vende el 10% que tiene en acciones porque no le gusta el nombre que eligió para el auto (Howard se llama, como su hijo).

Lo que sigue es que el auto triunfa, que todos los norteamericanos lo quieren, y que la compañía en poco tiempo pasa a cotizar unos 10 mil millones de dólares.

Y el se los perdió.

Una transformación física importante y un exilio autoimpuesto en el interior del País le aseguran el anonimato necesario para rehacer su vida, luego de aparecer varias veces en los noticieros de la tv como “el hombre que se perdió 1000 millones”

Esa nueva vida en un puerto alejado lo hace bajar los humos, aunque vivir con un rencor eterno. Tanto como para no pasar un día sin acordarse del tema, aunque sus actuales amigos, novias, compañeros, ni sospechen que se trata de aquél que lo perdió todo por un enojo.

Todo funciona hasta que un millonario carismático se muda al pueblo a una casona enorme.

Si, es su antiguo socio.

Y todo el pasado se viene encima.

Esa es la anécdota y está muy bien contada.

Y protagonizada.

El elenco es de lujo. Se destacan la pareja protagónica Larry David y John Hamm, pero no se quedan atrás componiendo verdaderos buenos papeles kate Hudson, Michael Keaton, Eva Mendes (irrconocible) y Bill Hader (de SNL).

Galerías de arquetipos de pueblo, gentes obsesionadas con absurdos, planes de destrucción, arrepentimientos, y mamadas a la banda Chicago (figuradas) son los condimentos de esta comedia.

Es interesante, es efectiva, y está bien actuada. Es suficiente.

Aunque, quizá por ser un producto de HBO con ese destino, no ahonda en algunos tópicos que suele explotar el nuevo humor norteamericano que tantas veces he valorado en este espacio.

Desde ese punto de vista, es una comedia clásica.

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