Closed Circuit


Closed Circuit

 

Un fino director inglés, John Crowley, que nos había regalado dos buenas películas como fueron Boy A y Is anybody there con Michael Caine, no pudo con la tensión, ni la acción, ni la intriga de un relato concebido para hacernos creer lo que no es.

Una explosión en el centro de Londres, unas cámaras que todo lo captan, un activista preso y un proceso legal que, por el foco de la prensa mundial y las presiones de los gobiernos involucrados, debe ser conducido con máxima celeridad y apego a normas.

Entre ellas, conformar un equipo especial de defensa.

Esa pareja de abogados, que además habían sido pareja amorosa, los desencuentros en la manera de encarar el caso y el peligro que deben enfrentar juntos al tratarse de un caso que no es nada claro y en el que a poco de andar se descubre una conexión del imputado con el servicio de inteligencia británico, todo eso que suena buenísimo para un argumento, no alcanza a transmitirse en esta película.

Demasiado desabrida, morosa, contada bien, pero sin sorpresas ni actuaciones que nos transmitan coas, se queda a mitad de camino de todo.

No nos sorprende, no nos hace tener miedo por la vida de los protagonistas, no hay ni persecuciones ni golpes bajos, no hay belleza, no hay vértigo en la narración, ni siquiera hay buenas tomas de esa ciudad tan hermosa.

Mucho menos hay conexión con el título. Si bien cuando empieza se ven unas imágenes del “gran hermano” inglés que todo lo registra, esas mismas imágenes no son explotadas en el resto del relato, con lo cual, ni siquiera se entiende el porqué de la elección del título.

Eric Bana nunca fue un actor de mi predilección, menos en esta.

El único dato interesante es el rostro y la belleza de la protagonista, Rebecca Hall, esta inglesa maravillosamente hermosa que vemos no tan seguido en las pantallas.

 

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