Out of the furnace
Out of the furnace
Fuera del horno es la traducción literal de esta película en
la que, almas flacas y desoladas, en rincones más grises que el pantalón de
franela del colegio, algo sucios también, desolados, viven sus vidas
miserables.
Cruzadas por dramas hondos, pero básicamente, por la
desesperanza de saber que nada, o casi nada, los sacará de ese horno.
Hay hornos en la película, una fábrica enorme, una
fundición, en la que trabaja Christian Bale, y en la que también trabajó su
padre.
Dueño de un físico que se adapta milagrosamente a los
cambios que exigen los personajes que encara, esta película la hizo un poco
antes que escándalo americano, y acá pesa unos 15 kilos menos, Bale es sin
dudas un sólido exponente de su generación de torturados mentales, de
sufrientes.
Y en esta película encarna a ese trabajador, ese obrero, que
vive un romance con una maestra de colegio, tiene un hermano que vino muy mal
de Irak (un buen Casey Affleck, muuuuucho mejor que su hermano más famoso) un
tío y un padre enfermísimo.
Este núcleo familiar, las rutinas fabriles, las tensiones
entre el lugar en el mundo que perdió su hermano y el que está por perder su
padre, son el inicio de todo.
Hasta bien entrada la película no vemos más que grisitud.
Vidas que se alteran poco, monotonías, tensiones sugeridas pero que no explotan
nunca. Hasta que lo hacen.
Y será una sucesión de hechos feos, al límite, la que pongan
al personaje de Bale en encrucijadas, en situaciones fortuitas, y en la cárcel
por unos largos meses.
Cuando sale, todo será distinto.
Nada mejoró.
Su mujer se irá con un policía y se embarazará (sin dejar de
amarlo) su hermano se enfrascará en peleas callejeras por dinero, su padre
morirá, y la imagen se agrandará para mostrarnos el cuadro más grande. El foco
ya no será la casa ahora casi vacía, sino los andurriales de la ciudad, los
márgenes, y en los márgenes los desagradables.
Los que arreglan peleas, apuestas, tiene bares en los que se
vende todo, y aparecerán también dos buenos malos, dos malos excelentes. Que
nos meten miedo, sobre todo el que compone Woody Harrelson, que logra una
composición nada exagerada pero temible (que me hizo acordar todo el tiempo a
la tensión que me producía ese personaje que había hecho acá Lito Cruz en TV, “el
chancho”) y el otro, un poco más tierno pero igual de lumpen, compuesto por
Willem Dafoe.
La película es sucia, es triste, es desalmada, es fría.
No es recomendable para una tarde en la que uno no se sienta
bien.
Pero está bien hecha.
Es bella, en términos de imagen, aunque no hay belleza en lo
que muestra.
Y está fundamentalmente bien actuada.
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