Dallas Buyers Club


Dallas Buyers Club



Nos ahorramos el esfuerzo de tener que hacer el esfuerzo de acordarnos de cómo vivimos los comienzos de “la peste rosa” entre nosotros, todo llega suave pero de manera despiadada en DBC.
Una portada de un diario en la que se anuncia la muerte sorpresiva de Rock Hudson, el galán de Doris Day que muere víctima de esta extrañamente masiva enfermedad, que nos hará cambiar de hábitos para siempre.
Y el personaje de Matthew Mc Conaughey, un electricista que vive al límite de su cuerpo, tomando todo lo que se le cruza y gastando sus ingresos (buenos) en esos excesos, que es un viril, un hombre rudo de los rodeos, capaz de proezas sexuales varias, y con una vida vacía de todo contenido, es el eje de esta historia de soledades.
Son soledades de gente muy básica, en lugares extraños, con seres más extraños todavía.
Acentos raros, costumbres pueblerinas, en donde todo parece más cruel.
Y será cruel enfrentarse a la realidad de esta enfermedad de la que se sabe poco, con la que todos especulan, y que empieza a matar demasiados, a los que están cerca ahora.
En ese mundo de cowboys y alcohol y prostitutas, el SIDA llega como un mazazo a esas vidas.
Nos olvidamos, por suerte, de esos primeros tiempos. Tiempos de sexo sin protección, pero también años de ignorancia con relación a la enfermedad, que parecía imparable.
Y será que el personaje de Matthew será diagnosticado, y no será paciente a la hora de ver si en el hospital de su pueblo es elegido por uno de los grandes laboratorios, para sus experimentos con el AZT, el primer cóktail conocido para derrotar la inmunodeficiencia.
No aguantará, hará su propio camino con lo que le queda de fuerzas, y fundará, en esa zona de Dallas, el primer club de adquisición de medicamentos para desesperados, por una membresía de 400 dólares, el que se hace miembro, se asegura las medicinas.
Si, es cierto, por afuera de los protocoles médicos, si es cierto, sin la supervisión necesaria, pero q a quién le importa cuando de lo que se trata es de salvarse.
Funciona como los manosantas, como algunas religiones, como esos débiles lazos que nos atan a la vida cuando estamos desesperados.
Eso es esta historia, una historia de deseperación.
Lo hará bien.
Lo hará muy bien y vencerá a los poderosos.
Y en el medio de ese viaje complicado, se encontrará con gente buena.
Como el personaje de Rayon, un travesti al que conoce internado y que se hará su mano derecha en el negocio.
Estas dos interpretaciones, asombrosas desde lo físico, son los dos Oscarse a la producción 2013.. Matthew Mc Conaughey y Jared Letto, actor protagónico y de reparto, son la dupla que le puso el físico a estos seres desesperados, que en medio de la desesperación, se ganan la vida.
La película es eso, un retrato de mediados de los ochenta, un volver a vivir esos días en los que entender nos costaba mucho, y esta era una enfermedad de maricones y desviados. Esos días en los que preferíamos que no anduvieran por la calle, y en los que no queríamos saber nada con aprender de qué se trataba.
Esa atmósfera está muy bien cubierta en la película.
Como también la ironía de los grandes movimientos de dinero alrededor d ela enfermedad y su cura, los laboratorios, la poderosa FDA de los EEUU, los intereses, que se vuelven propios cuando el DBC progresa.
El trabajo que hacen ambos actores es muy impresionante, aunque en este blog expresé más de una vez, que las actuaciones que realmente me conmueven son aquellas en las que os procesos no son tan abiertamente visibles a primero ojo.
Pero los dos están bien.
Esas dos actuaciones, el volver a recrear esos días complejos, los albores de una enfermedad muy puta para el mundo, valen la pena los minutos que dura Dallas Buyers Club.

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