The Captive
The Captive
Un tejido, un entramado urdido con paciente disciplina y
gran técnica cinematográfica. Vaivenes entre una sutileza sin golpes bajos e
incómodas idas y vueltas del pasado al presente, climas hostiles, parajes
nevados, sordidez y narración paciente, esos son los ingredientes de este gran
relato de Atom Egoyan.
El tema es urticante, complejo, dan muchas ganas de no verla
cuando nos enteramos el eje central del cuento, la desaparición de una nena del
asiento trasero de la camioneta de su padre, en medio de la ruta, cuando este
baja para comprar un pastel para la cena y pasar por el baño.
Baja y ya no está.
Red de trata? Pedofilia? Algo peor que eso?
Todo se irá construyendo a partir del trabajo de un equipo
especial de la policía local, conducido por Rosario Dawson.
Es el trabajo de ellos, y la búsqueda desesperada de los
padres (que verán la destrucción de su pareja a partir de ese hecho
desafortunado) Ryan Reynolds y Meirelle Enos (si, Linden de The Killing).
Van a sentirse incómodos toda la película, pero atraídos por
la manera en la que está contada.
No hay respiro, incluso en la manera de pintar a los
responsables de la desaparición, ya que ese retrato, en lugar de ser despiadado,
es un retrato extraño, morboso, risueño, casi de secta.
The Captive (no se puede no recordar La Cautiva, claro) es
entonces una película que no solo vale la pena ver, sino que hay que verla para
encontrarse con un artesano que es capaz de contar lo horrible de una manera
digerible, desafiante en términos de gusto y de ritmo.
Vale la pena.
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