Dunkerque

Dunkerque


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Un episodio conmovedor durante la ferocidad de la Segunda Guerra Mundial, la evacuación de soldados ingleses y franceses de las costas de Dunkerque, es un relato de autor conmovedor. Se vibra y se disfruta cada minuto.

Recordamos las películas de guerra, de todas las guerras, desde Paths of Glory de Kubrik con Kirk Douglas (1957) a las propagandísticas de la segunda gran guerra (hace poco comentamos el excepcional documental Five came back) hasta las rockeras historias de Vietnam o las más nuevas excursiones al mundo árabe, por algún rasgo que las hace sobresalir.

O el sonido, o la historia, o la crueldad o belleza de las imágenes, son datos que siempre dejan esa marca que las hará memorable. En definitiva, la historia la conocemos, sabemos cómo terminó y qué vino después de qué suceso.

También están, como en la última de Mel Gibson, o tantas otras, las que se enfocan en un suceso heroico, en una anécdota en medio de tanta tragedia, pero anécdota al fin, que salva vidas en la mayoría de los casos.

Dunkerque convierte, gracias a la mano de Nolan que no solo dirige sino que hace un guión perfecto, una derrota militar cuantiosa, en una épica del honor y la valentía.

Dunkerque es principalmente eso, una derrota colosal de los ejércitos inglés y francés, atrapados y cercados por los alemanes en una playa en el límite entre Francia y Bélgica.

Una catástrofe militar de la cual se esperaba rescatar con suerte a 30 mil soldados, y en la que terminaron salvando sus vidas unos 350 mil.

Esa es toda la anécdota. 

Nolan elige contar ese episodio con historias que se cruzan. Buen recurso, se va y viene en el tiempo, en el día y la noche, de manera sutil, los hechos empiezan y culminan en una sucesión perfecta.

La misma historia, el mismo episodio con la mirada de oficiales y soldados, civiles y pilotos con una obsesión, salvar el pellejo de miles de compatriotas.

Es ocioso ahondar en más detalles sobre la historia, como expresé más arriba, es una historia simple, no hay dobles lecturas, hay heroísmo en medio de la más aterradora desesperación.

Si hay que detenerse en los rubros técnicos, en la narrativa de este director maravilloso que todavía no entregó lo mejor de sí, Nolan es por sobre todo un director enorme.

Pero no abusa de los recursos que tiene (de los que abusó en Memento para mi gusto). La película es un continuo perfecto de imagen, sonido impactante y color.

El sonido es quizá lo más impactante que tiene, técnicamente perfecto, nos ayuda a comprender la agonía, el dolor, lo que cruje y lo que se rompe, de manera vívida y sin golpes bajos.

La música, con los mil recursos creativos de Hans Zimmer, verdadero co creador junto con Nolan de los climas y la continuidad narrativa de la historia, merece una consideración aparte, por el uso de violines en los momentos de alto dramatismo, y esos tic tacs constantes de relojes o de bombas, mezclados con los sonidos ascendentes y loops desesperantes.

Las actuaciones no destacan, están correctas, porque lo que destaca es la sinfonía, como en una orquesta en la que podemos reconocer a los solistas, pero nos quedamos con el sonido armónico y general de la pieza.

La película conmueve, no pasa desapercibida, expone la violencia extrema del absurdo de la guerra, y a la vez el heroísmo y la gloria medida, austera.

Hacia el final una entrelinea, la vuelta a Inglaterra de los sobrevivientes, que se pensaban derrotados y humillados, recibidos por su pueblo con abrazos y lágrimas y aplausos y cerveza fría.

Una ironía para nuestros héroes de Malvinas y su llegada a escondidas a un País indolente.

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