True detective

True detective

Nic Pizzolato (el creador de esta maravilla) lo hace de nuevo. Como si hubiera tomado impulso en una segunda temporada fallida y ahora viene por lo perdido. Todo lo cadencioso, lo oscuro, lo complejo, lo bajo, se da cita lenta en esta serie potente.



8 Butacas



La primera había sido un cambio rotundo en la manera de contar historias de detectives, una pareja que en algún momento no solo tendrá que compartir horas de auto policial, noches en vela, sino que algún hallazgo con ribetes macabros los pondrá a prueba en sus creencias, sus virtudes y su inteligencia para resolver los casos, con altísimo costo personal.

En esta tercera temporada el lugar elegido es tan desértico como en las dos primeras, otro paisaje, pero también desolado, golpeado por la crisis, lugares en los que seres más o menos normales van perdiendo todo hasta su moral, y rompen la rutina protagonizando actos inconfesables y oscuros.

La pareja esta vez serán los detectives que componen Mahershala Alí (imparable) y Stephen Dorff (impecable) y también esta vez recrearán el caso ante un tercero, recordando, rearmando un rompecabezas que en este caso quedó trunco ya dos veces a lo largo de 20 años.

Dos hermanos salen a andar en bicicleta, su padre los deja ir, cae la tarde.

Nunca más aparecerán.

Todo el pueblo se pone patas para arriba, se contrae, sufre.

Ellos dos, solos, irán tejiendo y destejiendo una trama que, como en los casos anteriores, mezclará desesperanza del que lo pierde todo, algo de magia negra, conflictos personales y un pueblo dispuesto a esclarecer y a ocultar. Esta vez serán los lagos de Ozark (se están poniendo famosos...)

Lo interesante de esta nueva entrega del creador y factótum, Pizzolatto, es que con la cadencia de un tema de Leonard Cohen, nos irá metiendo en una atmósfera que oprime, que desluce, que deja sin aire por momentos, y lo hará construyendo un relato que tiene como tres ejes temporales, el momento de inicio de la causa y la investigación, el retome de la misma investigación unos diez años depués y una actualidad con los detectives ya jubilados pero obsesionados por no haber resuelto el caso.

Ese ir y venir están tan bien resuelto, no solo desde la caracterización impecable de los personajes, sino además de la minuciosa descripción de las nuevas pistas que a lo largo de tantos años van apareciendo, que la hacen atrapante.

De todas maneras, no puede escapar a esa mala idea de resolver muchas cosas en los últimos minutos, es cierto, con temas y pistas que fueron apareciendo, pero que despliegan una concatenación caprichosa para que todo encaje.

La música es como siempre una guía de sensaciones y está bien, los paisajes son tan desoladores como en la primera temporada y la solidez del relato y las interpretaciones la ponen a la altura de las mejores series de detectives actuales.

Pizzolatto, que había sido responsable de varios capítulos de la adaptación norteamericana de The Killing, tan elogiada, es sin dudas un creador singular y oscuro, que sabe resolver y tiene para decir, lo que es importantísimo en el modelo de producción actual.

Alí es otra vez un intérprete dúctil y complejo. Y es lo que esperamos de el.

Comentarios

Entradas populares