Joker

Joker

¿Qué nos atrae de la oscuridad? ¿Sabemos de todo lo que somos capaces cuando todo se desequilibra? Un viaje al origen, al nacimiento de uno de los personajes más poderosos del cómic que todos disfrutamos, pero esta vez desde una perspectiva mucho más amplia y compleja.


9 Butacas



Porque quedarnos en la historia del nacimiento del Joker (Guasón para los que adoramos la serie de TV de los años 65 y 66) es muy corto a la hora de la revisión, sobre todo porque para los que seguimos la historia, poco se parece al nacimiento en papel del personaje.

Hay referencias a Batman, debe haberlas, pero la historia que cuenta la película es una historia de desesperanza, de violencia, de oscuridad y de fantasía.

Es la historia de una larva llamada Arthur Fleck, que se convierte en la noche en una mariposa oscura, que brilla por sobre todo lo malo, llamada Joker.

Arthur es un personaje del margen, vive de un trabajo que le permite esconderse detrás de una máscara (como todos los personajes de este universo del cómic), se disfraza de payaso para presentarse allí donde requieran uno, ya sea haciendo publicidad callejera o en una sala de terapia intensiva de niños enfermos. Allí irá con sus morisquetas y sus zapatos grandes.

Cuando se saca el maquillaje Arthur es un tipo extraño, apagado, vencido (extraordinario trabajo con el cuerpo de Joaquín Phoenix para expresar esa pesadumbre de vivir) vacío de sueños y afectos.

Fuera de eso que le da de comer quiere ser comediante, triunfar en el stan up tan popular en la cultura de las grandes ciudades.

Pero Gotham City no es una ciudad cualquiera. La violencia callejera, la división extrema entre ricos y pobres, todo lo urbano arde, explota en cualquier momento, se desmorona.

Un día llega un arma a sus manos, y todo lo que lo agrede será agredido, y todo lo que lo asusta lo encenderá, y la mueca será de felicidad sincera, loca, despiadada, y ya no de maquillaje.

Arthur irá entonces creciendo, irá sacándose piel para liberar sus alas, se irá haciendo más y más fuerte.

Un desequilibro nervioso lo hace reír en situaciones de stress, de manera frenética y sonora. Un desequilibrio que será a su vez la base de su venganza del mundo.

Vive pobremente con su madre, a la que cuida, baña y alimenta, y discursea y ensaya sus rutinas frente a la TV y sin compañía.

De a poco se irá soltando, su violencia contenida irá apareciendo, y cuando lo haga, sabremos que ya no hay vuelta atrás, no habrá arrepentimiento, su moral será a partir de esa transformación en la mariposa de alas magenta, la que dirá qué está bien y qué está mal, la que salvará y condenará, la que reirá y llorará con la misma intensidad.

La historia va por ahí, no esperen una trama compleja, son esos días desde que todo estalla y se desmorona hasta que se convierte en el líder involuntario de una lucha ajena, que solo tiene en común con la suya propia, la violencia desmedida y la venganza contra una sociedad demasiado corrompida y despiadada.

Lo que es especial es la cinematografía, la maravillosa puesta en escena, la oscuridad, el delicado equilibrio que manejan los climas de la película desde las primeras escenas hasta la coreográfica violencia de las escenas finales.

Phoenix compone a un personaje de una complejidad asombrosa, con un correlato físico y emocional que conmueven, y lo lleva a unos límites inesperados.

El director maneja con pericia esos encuadres, esas tensiones permanentes y ese ritmo. Hay hasta cierta belleza en ese devenir, en ese ritmo y esa cadencia.

La música juega un rol, como siempre que está bien aprovechada, de gran importancia, sobre todo un par de temas centrales como That´s life en la voz de Sinatra y Smile la maravillosa canción compuesta por Charles Chaplin en la voz de Jimmy Durante.

Todo está bien en el filme. Absolutamente todo.

No hace falta saber del cómic, en definitiva se aleja bastante de las historias predominantes, aunque están bien y son apropiadas las sugerencias acerca de lo que vendrá en términos de Batman y su vida (el asesinato de sus padres a manos de un desconocido y en su presencia está presente en la película) y es muy probable que no haya saga para esta historia.

Es decididamente clásica, desde la tipografía de los títulos y el The End al final en la pantalla, y con la música y los encuadres, pero a la vez es futurista, porque se instala en una Ciudad Gótica de parámetros temporales nada precisos.

Hay también una atmósfera de la Taxi Driver de Scorsesse, sobre todo en el proceso que desemboca en la violencia extrema, que se va amasando en sesiones en soledad del personaje frente a la pantalla de la TV, en momentos en los que ensaya sus fallidas performances.

Dejado a su suerte, violentado, con una historia que desconoce a medida que se le revelan ciertos datos, en medio de una violencia urbana exasperante, ese paso de estado larval a mariposa de la noche es quizá de lo mejor que vamos a ver en la película.

Junto con una puesta que llena los sentidos.

Hubo muchos guasones, César Romero en la serie, Jack Nicholson en la primera saga (más naiff) el consagratorio del Caballero de la noche de Heath Ledger, pero este los supera a todos, marcando un hito de gran calidad interpretativa.

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