The Stranger / Panic in the streets / Los ocho sentenciados

The Stranger

No es Buenos Aires (aunque hay una escena portuaria que me la juego que si) sino un pueblito perdido de Connecticut, Harper, adónde se esconde un criminal de guerra nazi.

7 Butacas



La bestia peluda Orson Welles está en su cima, ya hizo lo más grande, pero sigue experimentando con la cámara y con el relato, ya hizo El Ciudadano y está por hacer La dama de Shaghai, y en el medio en 1946 dirige un guión de John Huston con una historia muy fresca y atractiva.

Edward G Robinson es una agente especial de una división de crímenes de guerra, y se dedica con gran paciencia e inteligencia, a seguir criminales nazis para llevarlos a la justicia.

Están escondidos, se han mimetizado con sus destinos, y eso es una dificultad para encontrarlos, pero un dato, un viajero inesperado a un pueblo demasiado anónimo, los hace sospechar que ahí puede estar uno de ellos.

Ese viaje inesperado llega a Harper y visita a Franz Kindler, ahora ciudadano americano, profesor de secundaria y a punto de casarse (con Loreta Young, otra razón para ver esta película) es decir, muy aplomado en su nueva y anónima vida como para que un fantasma del pasado venga a arrebatarle esa tranquilidad.

La película es corta, sensible, bien narrada, con detalles únicos en materia de dirección y encuadres para la época, y sobre todo lineal y poderosa.

Hay una historia de amor, está la guerra que recién acaba de terminar, están las estrategias de esa gente que emigró para mimetizarse con los nuevos paisajes, y los sabuesos (Edward G un coloso) que los buscan para que se haga justicia.

El final, épico y tan poderoso que tengo ganas de contarlo.

Un detalle es el que desata el nudo y permite comprobar que ese hombre al que se busca es quién niega ser, el gusto por los relojes, por los mecanismos de relojería, que lo lleva a su destino final.

Para conocer al Welles narrador en una obra corta y muy efectiva.


Panic in the streets

Elia Kazan dirige este drama que por sus características se acerca demasiado a nuestros complejos días de pandemia. El cine, casi siempre, lo vio antes.


5 Butacas



La película arranca como una historia de las típicas del Filme Noir americano, ciudades portuarias, malos muy malos (Jack Palance) que se persiguen y matan por chirolas.

Pero de pronto el foco cambia, no será una historia de gato y ratón, uno de los malos acaba de bajarse de un barco, y vino con fiebre alta, y problemas respiratorios.

Uno cae abatido y en la autopsia ven algo raro, razón para llamarlo al Teniente Comandante Clinton Reed (Richard Widmarck) del Servicio de Salud Pública Federal, una agencia con poder para dar órdenes. Sospecha que ese muerto trae consigo una posible enfermedad que se hará pandemia, y comienza a intentar llevar ese grado de urgencia a la policía, el alcalde y las autoridades para que se tomen las medidas que hagan falta.

Esas horas de desesperación por controlar la circulación del virus, las miserias de los marginales, los descreídos, los oportunistas, todos retratados con la maestría de Kazan en el escenario de una Nueva Orleans muy marginal y pueblerina.

Es una historia corta, efectiva, con final feliz y mucho para ver en términos de reacción gubernamental ante las tragedias sanitarias.


Los ocho sentenciados

De la cantera fabulosa que fueron los Estudios Ealing de Londres, una historia sutil y feroz, con Sir Alec Guiness (lo queremos en Butaca) desplegando su talento enorme.


10 Butacas



Es una obra maestra del humor inglés, ácido, complejo, al límite.

Y también es un thriller sin piedad, una maravillosa maquinaria al servicio de una comedia negra 100% británica.

Ambientada en 1900, la película cuenta la historia de Louis Mazzini, en la víspera de su ejecución, Louis (Dennis Price), condenado a la pena capital, comienza a recordar su vida y a escribir una especie de declaración póstuma. 

Todo comenzó cuando su madre, una hermosa joven que pertenecía a la aristocracia, decidió huir de casa y se casó con un cantante de ópera italiano y bastante ratón, por lo que fue alejada de la familia y de sus privilegios. Pronto se convirtió en una viuda, pero continuó siendo rechazada por la familia, que incluso le negó, a su muerte, ser enterrada en el mausoleo de la casa D’Ascoynes. 

Louis jura vengarse de todo el clan y alcanzar el tan anhelado título de nobleza del que ha sido apartado. Para ello debe hacer desaparecer a los ocho pretendientes al título que le estorban (todos y cada uno de ellos interpretados por Alec Guinness). 

Las escenas en las que despliega el árbol genealógico al que le va tachando los nombres son sensacionales.

En medio de esa maquinaria aniquiladora, que despliega sin inmutarse, Louis  encuentra tiempo para tener una relación adúltera con su amor de la infancia, la igualmente ambiciosa Sibella (Joan Greenwood) y, aun más, para la ardua tarea de seducir a la bella y aristocrática Edith (Valerie Hobson), viuda de una de sus víctimas.

Interpretaciones excepcionales de personajes mentirosos e hipócritas, que asesinan, chantajean, que abusan de su poder, ya sea económico, intelectual o físico, pero siempre desde la exquisitez y el buen gusto, desde una esmerada educación, pantalla y escudo a la vez de sus más bajos instintos, a los que el espectador contemplará irremediablemente bajo una sonrisa.

Es una película que además muestra los privilegios de la clase aristocrática, sin méritos ni esfuerzos, se convierten en personas despreciables y arrogantes solo por portar apellido.

Tiene de todo, hipocresía, audacia para contar las aventuras adúlteras, crítica social e interpretaciones inolvidables.

Es sin dudas una de las comedias más inteligentes y ácidas de la historia del cine



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