I care a lot / White tiger

I care a lot / White tiger

No suele ser bueno mezclar, como la sandía y el vino, pero Netflix trajo dos películas casi en simultáneo, que abordan lo peor del ser humano. Las suaviza con toques de comedia, pero son difíciles de digerir.


6 Butacas



No quiero decir con esto que no me gusta la ironía o lo que me pone incómodo, al contrario, suele ser un gran motor, pero cuando terminé de ver estas dos la sensación que me quedó es de una oquedad extrema.

I care a lot se presenta como un mecanismo preciso, suave, sorpresivo y terrorífico. Una banda de médicos especialistas en tercera edad, un asilo vip, se confabulan para detectar casos de ancianos (o no tanto) que al borde de alguna enfermedad inhabilitante (a veces tan difícil de diagnosticar como la demencia) y con posiciones sólidas en términos financieros y nada o poca familia, son puestos en las manos de un guardián legal, que pasa a tener control sobre todos los bienes.

Marla Greyson es el nombre de la líder de esa organización, monocromática, fría, ambiciosa y bien redondeada por Rosamund Pike.

No vamos a ir muy allá en la trama, pero resulta que eligen a una anciana, aparentemente una frutilla de torta, bastante rica, sin familia y con una vida hermosamente tranquila. La pescan, con una brutalidad incómoda, sin sospechar que hay alguien que la espera, un diminuto y malísimo mafioso ruso, compuesto con maestría por el enorme Peter Dinklage (sepan disculpar la ironía). 

Todo se hará más y más complejo para Marla, y difícil, y violento.

El final, inesperado y traumático, está muy bien resuelto.


White Tiger


5 Butacas



El escenario es la tumultuosa India, una aldea, en la que la pobreza y el sometimiento de sus habitantes es el primer golpe que da la película, y la vida de un niño de esos tantos que andas descalzos y desprotegidos por allí.

Este niño puede pensar, tiene ese privilegio, y es de los pocos que pueden escolarizarse. Pero no dura, un cambio repentino lo saca del aula y lo pone en la piedra para trozar carbón, adonde debe estar por destino, por unos cuantos años.

Todo es despiadado a su manera, sucio a su manera, indigno y a la vez pacífico.

Porque el gran tema es la resignación.

Con el recurso de la narración en off de ese muchacho que crece y se hace un joven inquieto (no están nada bien visto esos) que no solo obedece su destino, sino que puede, tiene herramientas para cuestionárselo.

El director desarrolla entonces una mirada sobre el mundo tal cual rige hoy en India, las castas, los intocables, lo estático del destino.

Pero, la inquietud, esos pocos años de escolaridad que le permiten discernir, harán que haga todo lo posible por ganarse un espacio y salir de ese agujero.

Le pide a su abuela (mandamás y directora de las vidas de todos) dinero para una academia de manejo, con el objetivo de convertirse en chofer de la familia que protege a su aldea.

Lo logra, comienza a convivir con ellos, los estudia, hace lo imposible para ganarse su confianza, conoce sus miserias y manejos oscuros de dinero y de relaciones políticas, hasta que un buen día, decide convertirse en "emprendedor" dando un golpe inesperado y un giro a la historia.

Ambas películas cuentan historias de gente horrible, malos, viles, capaces de lo peor para salvarse, una en la opulencia de los Estados Unidos, explotando esos puntos ciegos del sistema, tomando todo por asalto y sin piedad contra pobre gente rica y el otro, desde la otra punta, desde la miseria más absoluta y con el único objetivo de convertirse en un emprendedor, de salir del gallinero al que está destinado, de cambiar de piel, usando también artimañas horribles para hacerlo.

Son dos películas incómodas, en el caso de Tigre Blanco un poco larga, con ritmo y diversidad, pero que exponen lo más bajo que somos capaces de hacer los seres humanos por ganar dinero a cualquier precio.

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